No te tengo enfrente de mí, tampoco lejos. No estás en ciudades universitarias, ni siquiera has pisado una guardería para recoger a un niño por casualidad, o por trabajo. No estás en canciones, no estás en libros ni en diarios. No estás y sin embargo ahí te veo, apareciendo, difuminándote, y te confundo con quien no eres, con quien no está.
No te tengo, creo que jamás te he tenido, fluías libre, por supuesto, y yo ni tenía ni quería correas con que limitarte. Eres bonita, extrañamente linda, pero no tanto como para lucirte bajo el brazo como si fueses una atracción. Pero tampoco creas que eres excepcional, lo he hablado con muchos amigos y hay alguno al que ni siquiera le gustas, creo que te aborrecen. No me lo han dicho por si acaso me ofendo, cosa que no ocurriría, cada cual es cada cual y sin embargo...
No estás. Definitivamente no estás, aunque llames por error y me lleguen cartas que no deberían llegar. Aunque me limites pronunciando mi nombre, escribiendo mi sucio nombre en papeles que prenden hogueras, aunque te arrepientas de haberme conocido y me hagas vudú en tu fría casa de Chile, aunque ignores los versos que no te escribo, aunque arañes mi cara contra paredes de esparto, aunque repartas mis lágrimas por los suelos de las zapaterías, aunque me pises el alma dibujada en un espejo, aunque no estés, aunque no te tenga frente a mí... Aunque, aunque y aunque, siempre gobiernan las adversativas.
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