Normalmente reina el silencio y si alguien habla aprovecha para callar entre canción y canción, algunos llevan incorporado el ritmo natural que les dicta la música y se mueven sin saberlo como olas persiguiendo a la luna, otros bailan sentados, aporreando la mesa al ritmo de dos canciones más atrás, no falta quien dormite, quien duermevelee, quien parezca un precioso cadáver joven de eterna sonrisa; hay unos que bostezan sin descanso ni piedad junto a un tipo que mira desafiante a la pared, habrá unas chicas descalzas repanchingadas en un sillón, pisoteando carmín y corazones de plástico; quizá unos jueguen a las damas más allá, en lo oscuro, alguién andará leyendo un libro en la barra, frente al camarero, ignorándole; hay uno con aspecto juvenil al que le pide que se identifique la chica de la barra, otro, deliberadamente más joven, le fotografía y se ríe del primero; siempre hay un momento para que suene una canción de Bob Marley mientras una nueva legión se adentra y empieza a ahumarse, tan rícamente, en un cofi en Amsterdam.
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