yo no quiero ni perlas ni coronas
no quiero ver mis dedos poblados de anillos con rubíes
no los quiero
no son para mí los trajes caros
ni los viajes transoceánicos en barcos con piscina
y daikiris a la sombra
no me interesa respirar el aire puro de una mansión en el centro de birbam
yo no quiero dejar de usar las manos para limpiarme la frente de sudor
y mancharla con astillas, no lo quiero, no
no es para mí vestirme de pingüino, impostar la voz
beber champán francés para desayunar, disimular que sé leer
no necesito inventar anécdotas con condes, faranduleros, botarates
toreros de oficina y bigotitos elegantes acentuando sus bocas
subrayando sus narices
es, probablemente, la única manera que conocen para darse importancia
y aun menos tengo la necesidad
de hincharme los labios o implantarme cabello
estrechar mi estómago
derrrumbar mi nariz
sólo quiero levantarme temprano
reflejarme en el espejo
y sentirte retozando entre sábanas
a mi espalda
en mi cama
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