Era evidente que Romeo Saquillo conocía perfectamente el por qué de aquella disputa que no hacía tanto tiempo que había comenzado, pero saltaba a la vista que sabía cómo contar historias, de ahí que se le respetasen todas las licencias literarias a la hora de tratar de desubicar a sus atentos oyentes. Poco importaba que no diese explicaciones de asuntos realmente importantes. Aquél día rompimos nuestra sociedad, repartimos las tierras y el ganado, los hombres eligieron quien quería que fuese su único patrón. Hasta entonces habíamos funcionado bien, según habían decidido los viejos, lo acatamos sin problemas, pinche, si a ellos les funcionó por qué no lo iba a hacer con nosotros. Pues porque ese hijo de mil putas había matado a mi hermano... Ese pinche huevón estaba enamorado de su hermanita y no podía soportar que fuese a huir con Romancito.
Tardamos muchos meses en encontrar el cuerpo, fueron duros meses hostigando a sus hombres, pero al final uno cantó y pudimos encontrar el cadáver en un pozo inútil a cuarenta millas al norte de Cuatrociénagas, con tres disparos en la espalda y con el sexo arrancado... el muy cobarde, el muy puto... mi hermano era sesenta veces más hombre que él, que no tenía los huevos de matarle mirándole a la cara. Nos costó entender el por qué de esa atroz mutilación. Fue imposible hasta que no apareció la sumisa Rosalina de vuelta y en estado.
Aquí donde me ve, un hombre rudo, una bestia ¿no es cierto? Tengo mi astucia también, gachupín, no hay hombre más astuto y capaz que yo en todo el valle. Así que no fue difícil comprender que el padre de la criatura que Rosalina engordaba en su vientre era semilla de mi hermanito. Pero no fuimos alocados, mi cuate, supimos esperar, la guerra estaba declarada pero para el golpe final debíamos aguardar el momento preciso. Todo llega con paciencia, eso es seguro. Y el Diosito y nuestro señor Jesucristo estaban de nuestro lado.
Señor interrumpió un hombre gritando desde lejos discúlpeme, señor acertó a decir entre jadeos cuando le dieron permiso para acercarse Han visto hombres de Sorano acercándose por el sur. Sauquillo se levantó, esputó al suelo un lapo negro y dijo con sangre en los ojos ¿Cuántos? No más de diez, señor contestó el hombre Vigilen todas las entradas al valle, no queremos que vuelvan a entrar. Y abran fuego si es necesario. Señor, si me disculpa la intromisión dijo Serra que se sentaba a mi lado derecho quizá sean desertores que se una a nuestra causa. No quiero más traidores en mis filas eructó el líder. Habían adoptado un lenguaje castrista, la guerra se les había metido en las venas y fluía como un río sin caudal fijo.
Parece gachupín que no podré terminar de contarle la historia hoy, aunque imagino que se hace una idea de cómo han ido transcurriendo los hechos Me dijo clavándome esos ojos llenos de odio. Sí, puedo imaginarlo, sólo déjeme hacerle una pregunta Asintió ¿quién cantó? Dándose la vuelta susurró Quizá el hombre de su derecha le pueda explicar mejor que yo ese asunto ¿verdad, Serra? y miró a Serra esbozando una leve sonrisa que le perdonaba la vida.
Tardamos muchos meses en encontrar el cuerpo, fueron duros meses hostigando a sus hombres, pero al final uno cantó y pudimos encontrar el cadáver en un pozo inútil a cuarenta millas al norte de Cuatrociénagas, con tres disparos en la espalda y con el sexo arrancado... el muy cobarde, el muy puto... mi hermano era sesenta veces más hombre que él, que no tenía los huevos de matarle mirándole a la cara. Nos costó entender el por qué de esa atroz mutilación. Fue imposible hasta que no apareció la sumisa Rosalina de vuelta y en estado.
Aquí donde me ve, un hombre rudo, una bestia ¿no es cierto? Tengo mi astucia también, gachupín, no hay hombre más astuto y capaz que yo en todo el valle. Así que no fue difícil comprender que el padre de la criatura que Rosalina engordaba en su vientre era semilla de mi hermanito. Pero no fuimos alocados, mi cuate, supimos esperar, la guerra estaba declarada pero para el golpe final debíamos aguardar el momento preciso. Todo llega con paciencia, eso es seguro. Y el Diosito y nuestro señor Jesucristo estaban de nuestro lado.
Señor interrumpió un hombre gritando desde lejos discúlpeme, señor acertó a decir entre jadeos cuando le dieron permiso para acercarse Han visto hombres de Sorano acercándose por el sur. Sauquillo se levantó, esputó al suelo un lapo negro y dijo con sangre en los ojos ¿Cuántos? No más de diez, señor contestó el hombre Vigilen todas las entradas al valle, no queremos que vuelvan a entrar. Y abran fuego si es necesario. Señor, si me disculpa la intromisión dijo Serra que se sentaba a mi lado derecho quizá sean desertores que se una a nuestra causa. No quiero más traidores en mis filas eructó el líder. Habían adoptado un lenguaje castrista, la guerra se les había metido en las venas y fluía como un río sin caudal fijo.
Parece gachupín que no podré terminar de contarle la historia hoy, aunque imagino que se hace una idea de cómo han ido transcurriendo los hechos Me dijo clavándome esos ojos llenos de odio. Sí, puedo imaginarlo, sólo déjeme hacerle una pregunta Asintió ¿quién cantó? Dándose la vuelta susurró Quizá el hombre de su derecha le pueda explicar mejor que yo ese asunto ¿verdad, Serra? y miró a Serra esbozando una leve sonrisa que le perdonaba la vida.
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