Como dijo el Coso el otro día, ayer nos reunimos otra vez en la parroquia. Esta vez él y yo solos, a las 20.30 en la puerta del Linares me escribió, y pensé que parecía una película del oeste en la que no sabía si yo era el sheriff o el forajido malvado que roba las gallinas, siendo estas simpáticas pero estúpidas aves las mujeres inteligentísimas y preciosas que bailan en el saloon. No me dio la mano al encontrarnos, yo tampoco se la estreché a él. Dos botellines, pidió por mí. ¿Vamos a sentarnos a esa mesa? Aquí somos canción para oídos ajenos espetó, y cuando el Coso se pone así de metafórico más vale hacerle caso. ¡Chicos, aquí tenéis! dijo el párroco señalando un plato de alitas de pollo con salsa del infierno. Me levanté por el plato, que estaba ardiendo, y al sentarme comenzamos a hablar.
No puedo leer más. Lo siento. No puedo contar cómo fue la conversación, sí tengo permiso para decir que hubo reproches mutuos como si fuéramos una pareja a punto de romper. Hubo un momento especialmente tenso que el Coso os contará, al menos eso dijo. Pero no te creas, también nos bajamos los pantalones, nos declaramos amor eterno, pase lo que pase, nos lleve a donde nos lleve la vida y, por fin, tras la ingesta masiva de zumo de cebada me contó el ansiado asunto. Aquello que le había dicho la semana pasada a Cataratas cuando le encontró en la calle, y que tan tocado había dejado al punki. No tengo permiso para desvelarlo, supongo que él lo hará.
Nos marchamos del Linares sujetándonos espalda con espalda porque no nos encontramos los hombros ya que el párroco tenía que cerrar. Así que tuvimos que ir al bar del padre de Afano, que ya apenas se acordaba de nosotros, y si lo hacía disimulaba mejor que Fraga ante una bandera nacional con el pollo. En el camino cambiamos de tercio, y la conversación se fue hacia estas letras, no éstas precisamente sino las que hemos vomitado en los dos últimos años he perdido la cuenta ya en estos instrumentos dospuntocero que llaman blog. No decidimos saltarnos las reglas que redactamos al principio, aquellas sobre la confidencialidad de cada uno y el mínimo de entradas trimestrales de cada cual, pero sí vamos a ser más flexibles. No tiene sentido el eterno rebote de el Coso dadas mis increíbles aptitudes para hacer lo que me venga en gana.
He amanecido tarde hoy, con resaca y la ausencia de aquél dolor en el costado. Un alivio.
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