Mañana voy a dedicarte unas líneas, pensé, cuando en realidad quería hacer un ejercicio masturbatorio, como siempre, frente al espejo, intentando matar de una vez por todas bien al coso bien a boabdil.
Mañana voy a dedicarte unas líneas, grité: ¡al carajo con el silencio! Déjenme gritar cuando expulso semillas, cuando libero libélulas que no conocerán el éxito o el fracaso como papá, sino que morirán en un pañuelo de papel y huirán por el retrete, o morirán resecos en el tacho de la basura sirviendo de alimento a roedores y cucarachas. Olvídense del cuerpo profético y la sangre derramada, del cordero penitente, de los panes y los peces. Olvídense de llevar en secreto el onanismo, olvídense del milagro de la vida, los dioses juegan a escritores y se inventan fábulas con que amedrentar a los simples. Todo es mentira. Mentira como las palabras que en este blog esgrimí durante tres años, mentira como el aparente silencio de los últimos meses.
Mañana voy a dedicarte unas líneas, pensé, y mañana siempre era mañana, nunca llegaba. Hasta hoy.
He vuelto.
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