martes, 14 de diciembre de 2010
a Morente
como un volcán ahumando el firmamento,
como el erupto pétreo que te han tirado a la ventana
arrancándotenos para siempre de este mundo de brutos,
de manos blandas y corazones descorazonados.
Así me yerve y me sangra ardiente el alma.
Así me inunde el barro la garganta,
o me rebocen de alquitrán las llagas,
así me escupan, me silencien, me lapiden,
así, de pronto, nos rematan
y se quedan huérfanas de voz seis cuerdas,
cuatro manos que palpan y palmean,
trece millones de almas que aún hoy sueñan
que hoy no existe, que es aún ayer, jamás mañana.
Así, tan rápido, tan pronto, tan desvalida se va...
así tu voz regando estará siempre la vida.
Eternamente.
jueves, 2 de diciembre de 2010
el inútil poder de la barba
Yo, mientras tanto, me voy a afeitar, que no estoy en sierras bolivianas ni estepas siberianas. A ver si al menos así dejo de mezclar estas historias.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Lo habían olvidado
martes, 2 de noviembre de 2010
La Revancha
La colina sur en nada se parecía a la que delimitaba el norte, no tenía hoyas en su cima sino una planicie verde como un descuidado campo de golf escocés. Ni yo ni mi sed podíamos creer que allí mismo hubiese un oasis. Corrí a beber de un manantial natural que encontré en la cara sur para empaparme la boca con una fina arena como de playa. Allá arriba no había más que un minúsculo desierto. Entonces caí en la desesperación. Sí, lloré amarga y desconsoladamente, de mi boca brotaron alaridos irreconocibles, el sol me batía y me arrojaba con violencia al suelo a cada paso en mi descenso. Perdí el conocimiento y caí rodando hasta las faldas de la colina. El revolcón hasta allá abajo me destrozó la espalda y me encontré implorando a dios con la voz rota, tumbado en el suelo no me pude levantar.
Desperté de repente con un chorro de algún líquido abrasador en mi cara, traté de abrir los ojos pues el chorro me iba empapando el tronco y los brazos y bajaba hacia mis piernas con menos fuerza, razón por la que pensé que aquella ducha tenía origen humano. Al fin pude abrir los ojos, pero el sol no me dejaba ver con claridad no más que a un hombre con una especie de cantimplora en la mano que reía ¡ah, gachupín, me confundí con usted! Fue usted más aguerrido que todos mis hombres! Reconocí esa voz al instante, la reconocería así pasasen cien años. Poco a poco mis ojos pudieron enfocar al dueño de aquél aullido que, en efecto, era Raúl Sorano ¡Ha sobrevivido! Susurré carraspeando realmente sorprendido ¿Cómo no? Me preguntó sin esperar respuesta y sonriente Usted y yo, gachupín, somos los únicos machos que quedan en la faz de esta tierra eructó alcanzándome la mano para levantarme Ese cobarde hijo de mil putas de Romeo Sauquillo también está ahora en el otro mundo, yo mismo lo ajusticié, a él y a los tres hombres que lo acompañaban Dudé un momento pero le estreché mi mano izquierda al mismo tiempo que con la derecha alcancé un canto afilado como punta de lanza, me reincoporé con su ayuda y, precisamente, gracias al impulso que me daba le asesté con la piedra en la cabeza. Se la clavé en la misma frente, y allí se le quedó alojada una punta en el cráneo. La sangre eruptó a borbotones y sus ojos gritaron, dejando así salir toda la vida que había en ellos. Con mis abrazos agarrándole por la pechera se le fueron apagando los ojos lentamente según le hablaba No, no te vayas, Raulito, aguanta un poco más, hijo del infierno. Escúchame una cosita... Tú, perro, eres el único responsable de la muerte de todos estos hombres, por tu culpa no habrá descendencia en estas tierras y vendrán, de nuevo, hombres extraños a repoblarlas. Si es que te llevas contigo al infierno tu maldición Se le marchó la vida allí mismo, entre temblores y arcadas.
Tomé el agua que llevaba encima y su sombrero, también me probé sus botas que estaban en mucho mejor estado que las mías pero, desafortunadamente, no eran de mi talla. Bebí hasta saciarme y mientras bebía pude oír el relincho de un caballo que no debía andar muy lejos. Anduve en la dirección que me dictaban los oídos, hacia detrás de una colina menor que me dispuse a rodear, en ese trayecto me topé de frente con el jumento que galopaba hacia mí como si fuera un viejo amigo que me reconociera después de mucho tiempo sin vernos. Se paró y relinchó de nuevo, estaba tan quietito, tan parado, que creí que me invitaba a subirme a sus grupas. Así lo hice, y el potro empezó a cabalgar ignorando mis órdenes en dirección al sur.
Cabalgó y cabalgó como si no necesitase descanso durante todo el día, hasta que nuestra sombra se hizo demasiado grande y decidió parar. Quizá le da miedo la noche pensé, pero estaba equivocado. El corcel había cesado en su carrera porque a unos veinte metros más adelante había un masa casi inerte retorciéndose en el suelo. Recuerdo que pensé que el caballo me habría llevado allí para salvar a ese hombre. Aún me quedaba algo de benevolencia, así que salté del lomo del jaco y corrí a asistir al hombre que se doblava en un charco de sangre. Le dí media vuelta al cuerpo y mi sorprendente cara se vió reflejada en sus sorprendidos ojos ¡Oh, es usted, Sauquillo! musité Gachupín bisbiseó asístame, la vida de mi hijo está en juego. Si es por eso no se preocupe, sus propios hombres le dieron muerte antes de que empezase la batalla final. Sus ojos vomitaron dos lágrimas de sangre al tiempo que decía Hijos de puta, los degollaré a todos. Tranquilo, Sauquillo, usted y yo somos los únicos con vida espeté Lléveme a la ciudad y se lo recompensaré pronunció No se haga drama, esto ya terminó, salúdemelos a todos en el infierno y le pisé con la derecha en el cuello hasta ahogarle mientras le pateaba la cabeza con la zurda, trabajo en equipo pensé.
Me subí al lomo del potro sin mirar atrás. Es el último recuerdo que tengo hasta que llegué a la ciudad. Creo que dormí en las ancas del jamelgo hasta entonces. El bicho parecía saber dónde llevarme y así fue, directo a la penitenciaría. Aquí cumplo condena sin saber muy bien por qué. Mi conciencia está tranquila, hice lo que tenía que hacer. Por mí, por Rosalina Sorano, por Román Sauquillo, por el hijo de estos, y por todos los muertos en el valle.
FIN.
lunes, 1 de noviembre de 2010
El día de los difuntos
Antes apareció un pequeño contingente de no más de diez hombres cabalgando como jockeys en el Grand National desde el norte, arrasando con sus pisadas la poca vegetación que sobrevivía en aquél páramo sangriento. A los diez vaqueros a caballo les perseguían otros veinte hombres a pie, sucios, más bien mugrientos, gritando, quién sabe si por miedo o rabia, y con lo ojos saliéndoseles de las órbitas, veinte hombres armados con cintos y cintos de balas colgando en cruz sobre sus pechos. Yo alcancé a verlos el primero, quizá fui el único. Los hombres de Sauquillo me habían dado un segundo de tranquilidad mientras se cebaban con el cuerpo malherido y casi inerte del niño, de veras que siento lo ocurrido con aquél muchacho más que lo que a continuación voy a relatar, pero yo era sólo un hombre perdido en el desierto entre dos ejércitos que luchaban sin saber muy bien por qué. No podía hacer nada y no podía aguantar más aquella barbaridad. Pensé en huir, comencé a escalar el pequeño monte ubicado en dirección al norte, una colina ridícula con hoyas en la irrisoria cúspide, lo cual le daba un aspecto de urinario de los dioses. Al llegar a la cima fue cuando vi a los diez jinetes, con los ojos nublados por el sudor y los rayos vespertinos del sol a latigazos, tapándome los orejas tan fuerte como podían mis brazos delibitados tras tantas jornadas sin un mísero pedazo de pan, tapándome aquellos oídos sangrantes que no podían soportar más los gritos del pequeño Sauquillo a causa de las vejaciones de aquellos hombres que, se suponía, le tenían que cuidar. No pude reaccionar, mis piernas temblaban y caí a plomo entre las rocas, en una de las hoyas. Agarrotado por el miedo, apenas pude pensar en la vida de todos aquellos hombres que, evidentemente, ni me importaban ni me importan. Casi no me importaba la vida propia. Puedo decir desde el sofá de la vieja casa familiar que deseé la muerte, que la ansié como se desea el sexo de una primera cita en el portal de su casa.
Entoces comenzó la lluvia de metralla, y los hombres de Sauquillo corrían en todas direcciones buscando un parapeto en que resguardarse. Muchos de ellos se retiraban hacia el norte firmando la muerte, otros huían hacia el sur por el estrechísimo camino del despeñadero y caían como manzanas en la cabeza del físico hacia lo desconocido. Veinte o treinta valientes trataron de hacer frente a los ataques acorazados tras los cadáveres en una especie de campamento improvisado en el centro del valle. Pero los hombres de Sorano arrasaban como vikingos lo que encontraban a su paso, cada vez eran más y más y, borrachos de cólera y sedientos de sangre como estaban, en muy poco tiempo liquidaron a todos y cada uno de los compinches de Sauquillo. Tal era el caos que habían originado que al eliminar a todos sus oponentes no fueron capaces de percatarse de que luchaban contra sí mismos, y así se dieron muerte, dejando que sus propias diferencias y sus odios internos aflorasen en esa borrachera helicoidal de rencor tan divinamente humana.
El cuerpo inerte del niño Sauquillo, cuatro hombres con los pantalones bajados y las lorzas ensangrentadas, Serra con una herida en el bajo vientre, veinte cuates debajo de otros veinte cuerpos sin cabeza, otros tantos decapitados en lo alto del monte que delimitaba con el sur, los fantasmas de Rosalina y Román bailando un vals entre los despojos, ríos de sangres, llamas, diligencias destrozadas, caballos agonizantes, barriles de güisqui agujereados, ratones, ratas, águilas harpías, solitarias, elegantes y tiranas disfrutando del banquete. Pero ni rastro de los cadáveres de Sauquillo y Sorano.
Feliz día de los difuntos.
viernes, 22 de octubre de 2010
20.
el coso dixit.
En ocasiones convenía mirar al suelo
fisgar en los charcos
hurgar en desanimados recovecos
oscuros, aparentemente inertes
recodos donde la plata y la lluvia copulan y se confunden
interponerse en el momento exacto en que la gota toca
en que la gota roza la pelbis poluta de las veredas
interrumpir el coito de la naturaleza
(lo hizo ya tantas veces el hombre que apenas importó una más)
miércoles, 13 de octubre de 2010
agua en Madama
viernes, 8 de octubre de 2010
birbam, 8 de Noviembre 2007
caducas, urbanitas e insurgentes,
las birbanianas hojas pudorosas.
A mí las letanías, las odas y los plantos,
las calipigias mujeres timoratas
deseosas de bebés autodidactas.
A mí la chispa, la hoguera y los rescoldos,
la flameante sombra del Averno
que ya antes planease sobre mí.
A mí el carmín manchando las solapas,
sin fútbol y sin misa los domingos,
las colegialas estúpidas e histéricas.
A mí el maiz, el cereal, la cebada
y el patxaran después, después de la comida.
lunes, 4 de octubre de 2010
lunes, 27 de septiembre de 2010
empezar a escribir un nuevo sueño
en plenitud de sueños que me empeño en no olvidar
en volátiles dátiles que se lanzaran eva y adán.
Clavada te tengo en el aire, un buen aire que voltea choripanes desde tu costado,
pintándome de amarillo los viernes y sus labios...
los labios que no se ofrecen los viernes,
esos malditos labios que se amoratan lentamente,
esos labios cardenalicios incitándonos al vicio,
al temblar de piernas si me estás faltando como no te tuve nunca.
Incrustada como una mancha de café en esa camisa que jamás vestí, ni vestiré,
repito que ni siquiera tengo intención de vestir esa camisa
pues ya no me hacen falta más ropajes que tu brazo cubriéndome las espaldas,
no necesito más que atarnos como un nudo de piernas en la cama,
no preciso más de lenguas yermas y abalorios dentales enmarañándose en el cuello,
con calcáreas arias, con tronadoras odas, con sombrías elegías.
No.
Solicito un quitamanchas, un alicate, una goma de borrar, medialunas en la cama, algo,
el valor para agarrar una nueva hoja en blanco y empezar a escribir un nuevo sueño.
martes, 21 de septiembre de 2010
la rabia de Cataratas
Ayer le ví otra vez y, como siempre, me veo en la obligación de hablar de él. Nos encontramos por casualidad en La Latina, cruzando por debajo del Viaducto, y nos fuimos a mojar la galleta de la filosofía barata en jugo de cebada. Divagamos demasiado sobre lo humano y dejamos lo divino a un lado, con los mohinos cacahuetes que nos sirvió el camarero. Que si se ven muchas banderas nacionales en los balcones desde el Mundial, que si el cierre aquél de Egunkaria, que si el juez, que si la nueva tregua de ETA, que si todos los políticos son tal, que si el portugués es un chulo y el catalán no le dió la mano con razón, que si don Andrés es dios, que si la crisis, que si qué crisis, que si somos burros, torpes, y estamos apollardados, que si los jóvenes nos merecemos lo que nos pasa por no gritar, que si hay que gritar pero con sentido, que si nos faltan contenidos, que si ahora resulta, después de todo, que me gusta el Hip-Hop.
Pero lo que más me llamó la atención fue que me dijese que creía que tenía miedo La verdad, Boa, que últimamente ando pelín acojonao ¿Has visto lo que está pasando? ¿No me digas que no es para asustarse, tronco? El fantasma del fascismo vuelve a sobrevolar Europa. Parecía que estábamos consiguiendo matar al perro pero la rabia sigue latente, y está brotando con fuerza en lugares donde nunca hubo atisbo de ella. Ya llegó a Austria hace años, el putero presidente italiano empezó a expulsar rumanos hace unos años y ahora es el presidente extranjero de Francia el que hace lo mismo ¿y qué me dices de los veinte escaños que han conseguido en la progresista Suecia? Aquí al menos se esconden detrás del ultracentrismo, aunque no todos llevan el mismo collar. Pero lo que más miedo me da es que todos se ocultan bajo las siglas de la Libertad y la Democracia, cuando precisamente contra eso es contra lo que atentan. Engañan al pueblo ignorante y se aprovechan de esta puta crisis para sembrar el odio a lo desconocido, a los extranjeros, entre las clases más humildes. Lamentable.
Es una vergüenza, tío Le dije ¡Qué pronto hemos olvidado los españoles que hace treinta años éramos aún un país pobre, que hemos sido despreciados en Europa durante años, que nos consideraban sucios, incultos, portadores de enfermedades erradicadas, mientras les estábamos ayudando a construir este jodido continente.
Al menos ellos nos ayudaron a nosotros a crecer económicamente. Ni a tí ni a mí, de acuerdo, aquí siempre se ayuda al que ya tiene Me interrumpió pero a lo que voy es que nos vamos todos a la mierda. Que a veces yo me voy al Parque de París a esperar a algún diputado y abrirle la cabeza, como hizo el hermano de tu abuelo. Sé que así no voy a arreglar nada, sé que no podemos esperar a un mesías capaz de ponernos a las nuevas generaciones progresistas de acuerdo, alguien que quiera y pueda luchar de verdad por los intereses de todos los hombres, lo sé, pero la rabia es profundamente infecciosa y yo la empiezo a salivar.
No sé, anoche me dió por pensar, quizá sea Cataratas el que tenga que buscar a ese mesías menos pasional, más práctico y educado, ese mesías al que todavía no le hayan contagiado esa rabia. No sé, sólo me dió por pensar.
lunes, 13 de septiembre de 2010
le costó desperezarse
martes, 24 de agosto de 2010
Segundos fuera.
K.O.: ¡Diez!... ¡Ding, ding, ding. ding! Fin del combate... combate nulo... así no gana nadie... ¡Nueve!... será posible... ¿cómo puede ser posible?... ¡Ocho!... ella tampoco se levanta... ¡Siete!... un último esfuerzo... ¡un último esfuerzo!... ¡Seis!... yo no soy capaz... ¡Cinco!... al menos que ella se levante... ¡Cuatro!... las piernas no me responden y ella se agarra a las cuerdas... ¡Tres!... atrás escupo sangre... ¡Dos!... no se puede volver... ¡Uno!... no, no se puede quiero escupir.
Octavo y último asalto: Pondré mi rodilla en la lona si hincas la tuya primero. Ni lo sueñes contestó. Intercambiamos golpes ya sin ganas, de manera inconsciente inyectábamos en el cuerpo del otro mucho veneno Sufrir ha de sufrir a la fuerza pensé, sin saber que el daño era recíproco y me minaba en el alma. Ojalá pudiéramos volver a empezar susurré en el preciso momento en que nuestros puños chocaban definitivamente en el rostro del otro.
Séptimo asalto: ¡Por dios que alguien tire la toalla ya!
Sexto asalto: Los dos estamos ya cansados, pero no nos sabemos decir adiós, no nos entendemos, no nos odiamos pero nadie quiere bajarse del ring con la vitola de perdedor. Vas a morder la lona me susurra siempre pierdes, perdiste y volverás a hacerlo. Ella tiene razón, no me defiendo, no merece la pena levantar los brazos, merezco todos sus golpes ¡Venga! Destrózame el hígado. No me ves cómo tengo ya los ojos, sigue atacándolos, ya no puedo sangrar más, me duele verte. Que me atice, que me arañe, que me arranque las legañas a puñetazos.
Quinto asalto: Crochet, uppercut y directo. Dos ganchos de izquierda, esquiva, directo de derechas al mentón y crochet al riñón. Nos agarramos No, no te pienso soltar, de aquí sola no te vas. Se zafa Yo no tengo dueño ¿te enteras? Directo al vientre, otro más, uppercut de izquierda y me remata con un gancho de derecha que no veo venir. Otra vez los labios van al agua, otra vez sus labios se alejan de los míos que manan sangre coagulada y venenosa.
Cuarto asalto: Lo reconozco, salí a matar.
Tercer asalto: Era un ambiente suave y placentero, como un Vals de verano, hasta que algunos espectadores, sintiéndose estafados, empezaron a arrojarnos las sobras de sus comidas. Pudimos evitar los impactos un tiempo, pero el árbitro disfrazado de serpiente me tendió una manzana y yo mordí una almeja. Ella también tenía la boca llena.
Segundo asalto: Sí, tuvo que agarrarse a las cuerdas tras el primer intercambio de golpes, salí con la guardia bajada y no pude ver los dos primeros rápidos crochets al mentón, así que me escondí en mi esquina y besé los labios del agüita milagrosa. Primero ella y después yo fuimos necesitando más y más de la ayuda de las cuerdas para aguantarnos, para chocar más tarde nuestros cuerpos, abrazarnos para no caer, y surgió de ese roce el amor, que no el cariño.
Segundos fuera: Lentamente el sol surgió de entre los montes, colándose por entre las ramas de los pinos, esquivando columnas, tejados de paja o de pladur, zigzagueando por entre la patilla y la lente de unas gafas de sol hasta lamerle la córnea. Bailaban, sorteaban trémulos golpes a los riñones, ganchos al aire, y un directo a la boca como un beso. Empezamos a sudar y las gotas caían temblorosas al piso.
Presentación del combate: No sabes si besarme u odiarme Me dijo como quien golpea y no espera ser golpeado, sin guanteo previo. Simplemente me miró a los ojos, llevaba un buen rato mirándome a los ojos y abrió su boca con una media sonrisa, no pude devolver la percusión, mi mente apenas pudo reaccionar... aunque supiera la respuesta Yo lo que quiero es besarte, para odiarnos siempre tendremos tiempo.
La verdad es que desconozco si la pirata idea me abordó delante de aquella caja tonta marrón que había en casa de mis abuelos, como un intruso virus beligerante y despiadado contra mi conciencia o ese gracioso músculo al que se empeñan en dar vida propia como si no fuera suficiente para él con motorizar al resto de nuestras vísceras. Pero aquellas películas romanticonas, aquellas teleseries insulsas, pedorramente ñoñas, ridículamente falsas, magníficamente estrafalarias e irreales, e incluso aquellas novelas de final feliz que leí algo más tarde, pese a que mi imaginación volase más libre en cuadriláteros de asfalto que las piernas de Cassius Clay, talaron en este bosque de recuerdos sendas en las que difícilmente volverán a brotar tan crédulos árboles. Me cago en mi infancia, me cago en hadas y ninfas, en sueños de ojos abiertos, en la espera. Me cago en pretender volver atrás cuando conocemos el final y anhelamos escribir la historia otra vez, cuando deseamos que suene de nuevo la primera campana. Segundos fuera.
martes, 3 de agosto de 2010
El crío
Quedaron muy pocos hombres en aquel campamento, y los que había no querían platicar. A todos les goteaba el miedo de la nariz, sus rictus eran serios, sus ojos semicerrados o perdidos en el horizonte huían del enemigo y la fina arena del desierto que levantaba juguetón el viento, sus bocas pastosamente sedientas escupían tabaco, los cuerpos medio inertes se apoyaban en sus armas. Eventualmente alcanzábamos a oir algún disparo probablemente perdido. Nada indicaba que fuese la batalla final. A Sorano no le quedaban muchos hombres apoyándole y lo más probable es que aquellos que se acercaban fueran desertores.
Dos horas más tarde del último disparo aparecieron los primeros rufianes de vuelta con un bulto, como saco de papas en las grupas de uno de los caballos, que resultó ser uno de los que pretendían traicionar a Sorano. Le arrojaron al suelo y ni corto ni perezoso uno de los vigilantes se acercó a orinarle sobre las heridas. Algunos otros se asomaron también para maltratarle. Un perro eso es lo que es Gritó uno de ellos antes de que otro aparentemente con más galones les separó y dejó que el pobre muchacho que no alcanzaba los dieciocho años de edad pudiese descansar un rato. Parecía que se olvidaron de él y me acerqué a aproximar a sus labios las últimas gotas de agua que quedaban en mi cantimplora. Deme güisqui, compadre... suplicó, ándele, guey, deme algo más fuerte, para qué quiero yo agua en mi lecho de muerte, gachupín... ¡Un momento! ¿Cómo sabía ese hombre que yo era gachupín si no había abierto la boca? Traté de limpiar su tiznada cara y apartarle el pelo de los ojos, me deshice sin muchos problemas de su débil resistencia hasta que le reconocí...
Aunque no había pasado más de una semana desde la primera vez que le ví su aspecto había cambiado muchísimo, como si una semana vagando por el desierto fuesen cinco años entre seres civilizados... y pensé en cómo sería mi aspecto... y corrí en busca de ese pequeño riachuelo a mirarme la cara en su reflejo. Pese a que temblaba como la primera vez ya no era el niño tembloroso que ví entre los hombres de Sauquillo el maldito día en que me crucé con ellos por primera vez en mi vida. Levanté la cara de aquel arroyo y me giré siguiendo los gritos horrorizados del crío ante el atosigamiento de los secuaces de Sauquillo Toma, putito, tú nos metiste en esta, no debiste nacer, maricón increpaba el más violento de todos asestándole una tras otra mil patadas en el abdomen. Era evidente que aquél muchacho no contaba con las simpatías de aquellos hombres. Era evidente que aquél era el hijo de Román Sauquillo.
viernes, 30 de julio de 2010
lunes, 26 de julio de 2010
Penitencia en el New Forest
Desde que, hace uno más de la mitad de los años que tengo, empecé a escribirle versos a alguien he tenido siempre dos palabras comodín con las que empezar a vomitar con imágenes incomprensibles, sentimientos comprendidos. Este año y tres días ha estado rebozado cual flamenquín de ambas palabras: soledad y muerte.
Soledad. Añoranza inicial del Buenos Aires aquel, incomunicación, melancolía de aquel amor que no iba a recuperar jamás, ausencia de un nuevo amor, nostalgia de birbam, de bizarria, de la familia, de los amigos, retiro otoñal en el New Forest, aislamiento voluntario e irracional, clausura invernal y obscuridad, sensación de destierro sin sentido, abandono higiénico y, sobre todo, orfandad.
Lo único que me dijo cuando le enseñé mis segundos poemas fue Te mueres demasiado, y descubrí que era cierto, que recurría gratuitamente a esa palabra. También tenía que ver que quería ser Dylan Thomas sin conocerle, un lúgubremente nocturno Cadalso, un Bécquer anodino, y que estaba bajo el influjo de las letras de Jim Morrison. Ese mismo día descubrí que él también había querido ser escritor y pude ojear algunos párrafos. Todo empezaba a tener sentido.
Mas mal que bien pasaron los meses y se endurecieron ciertos organismos impalpables. Ha sido un duro camino que termina, un cruel aprendizaje, y aunque aún no tenga preparada la maleta el objetivo está practicamente cumplido. Otra vez fracaso en el más solemne de mis propósitos, pero ahora puedo olerlo, está aquí, incrustado en mi pituitaria, guiándome como zanahoria a un jumento.
No se preocupen, aunque me estoy confesando no voy a rezar tres padresnuestros y tres avemarías, si ustedes lo hacen me parece muy bien, no lo hagan por mí. Esta ha sido mi penitencia, mis no pecados no están perdonados, no rezo, sólo si lo hacen mis lágrimas. Mi ser supremo no tiene oraciones, no tiene templos, pero están en mi sus enseñanzas.
Lo lograré en la siguiente etapa, en mi siguiente sacramento.
sábado, 24 de julio de 2010
si callo
Señores y señoras mías, si callo es que estoy soñando.
domingo, 18 de julio de 2010
ripios sin titulo para boabdil
sábado, 17 de julio de 2010
sin palabras hacia bizarria
domingo, 4 de julio de 2010
La mascota de Mrs Northgate
sábado, 19 de junio de 2010
Hablando con Romeo Sauquillo II
Tardamos muchos meses en encontrar el cuerpo, fueron duros meses hostigando a sus hombres, pero al final uno cantó y pudimos encontrar el cadáver en un pozo inútil a cuarenta millas al norte de Cuatrociénagas, con tres disparos en la espalda y con el sexo arrancado... el muy cobarde, el muy puto... mi hermano era sesenta veces más hombre que él, que no tenía los huevos de matarle mirándole a la cara. Nos costó entender el por qué de esa atroz mutilación. Fue imposible hasta que no apareció la sumisa Rosalina de vuelta y en estado.
Aquí donde me ve, un hombre rudo, una bestia ¿no es cierto? Tengo mi astucia también, gachupín, no hay hombre más astuto y capaz que yo en todo el valle. Así que no fue difícil comprender que el padre de la criatura que Rosalina engordaba en su vientre era semilla de mi hermanito. Pero no fuimos alocados, mi cuate, supimos esperar, la guerra estaba declarada pero para el golpe final debíamos aguardar el momento preciso. Todo llega con paciencia, eso es seguro. Y el Diosito y nuestro señor Jesucristo estaban de nuestro lado.
Señor interrumpió un hombre gritando desde lejos discúlpeme, señor acertó a decir entre jadeos cuando le dieron permiso para acercarse Han visto hombres de Sorano acercándose por el sur. Sauquillo se levantó, esputó al suelo un lapo negro y dijo con sangre en los ojos ¿Cuántos? No más de diez, señor contestó el hombre Vigilen todas las entradas al valle, no queremos que vuelvan a entrar. Y abran fuego si es necesario. Señor, si me disculpa la intromisión dijo Serra que se sentaba a mi lado derecho quizá sean desertores que se una a nuestra causa. No quiero más traidores en mis filas eructó el líder. Habían adoptado un lenguaje castrista, la guerra se les había metido en las venas y fluía como un río sin caudal fijo.
Parece gachupín que no podré terminar de contarle la historia hoy, aunque imagino que se hace una idea de cómo han ido transcurriendo los hechos Me dijo clavándome esos ojos llenos de odio. Sí, puedo imaginarlo, sólo déjeme hacerle una pregunta Asintió ¿quién cantó? Dándose la vuelta susurró Quizá el hombre de su derecha le pueda explicar mejor que yo ese asunto ¿verdad, Serra? y miró a Serra esbozando una leve sonrisa que le perdonaba la vida.
Hablando con Romeo Sauquillo
lunes, 14 de junio de 2010
17 (seventeen).
viernes, 11 de junio de 2010
football, fútbol, balompié
Si te hablo de fútbol es porque mañana empieza el Mundial en Sudáfrica y llevo dos años esperando a que el balón empiece a rodar. Es porque, sin la petulancia de Valdano ni la arrogancia de quienes toman los periódicos deportivos como biblias del nuevo siglo, considero que hay futboleros inteligentes, y que sin ser una ciencia es un tema de conversación universal. Todo el mundo puede hablar de fútbol, pese a que no todos los que hablan de fútbol sepan leer el partido que están viendo. Son pocos los que entienden por qué Xavi vuelve a tocar atrás o Torres corre como alma que lleva el diablo en dirección a ninguna parte aún a sabiendas de que Xabi Alonso o Cesc no le va a enviar un balón por servicio postal a su bota derecha. Pocos reconocen que Iniesta es mejor y más útil, aunque más feo y con peor color, que el portugués Cristiano Ronaldo. Porque el fútbol es como todo, nos quedamos con el ruido porque es lo fácil, dejar caer la baba ante un caño, un taquito, una chilena, las mil y una bicicletas de Robinho. Nadie sabía lo que luchaba Beckham hasta que llegó al Madrid, nadie lo sabía porque en la Premier todos corren lo que él corría, pero nos quedamos con el juego vertical y porque lo dicen los periodistas. Como en todo también necesitamos que piensen por nosotros.
No voy a defender que el fútbol sea materia obligatoria en la escuela, creo que hay otros deportes de equipo como el baloncesto que fomentan mucho más el compromiso con tus semejantes, pero este se debe al mal que la prensa deportiva le hace a este deporte, ensalzando a estrellas individuales, Messi es increible, es buenísimo, lleva la pelota pegadita al pie como si fuera una prolongación sorteando adversarios como lo hacía el Pelusa, pero sólo no puede ganar nada, necesita del compromiso de los demás. No pretendo hacerme el erudito con un tema tan banal como el balompié, a estas letras me remito, no digo nada que no hayas oído decir entre cañas, servilletas en el suelo y olor a fritanga.
Después vino Michel y sus Me lo merezco moviéndose en la barrera, Tassoti y la nariz de Luis Enrique, el bueno de Zubizarreta jugando a Pichichi, el gandul de Al Gandur, y el No sabemos de competir de El sabio de Hortaleza después de ver a Ribery corriendo por la banda. No sé qué pasará esta vez, no sé si Casillas alzará la copa dentro de un mes o si será Gerrard, Cannavaro, Mascherano... lo único que sé es que se viene la Copa del Mundo. Empieza el Mundial. Disfrútenlo o huyan a un lugar muy, muy apartado.
Santa Maradona
lunes, 31 de mayo de 2010
no era lo que prometí
domingo, 30 de mayo de 2010
hay amantes
y ensucian sus espaldas con abrazos
obviando sus olores primigenios
hay amantes desolados, solitarios
que se acuestan a la sombra en cada parque
y se fingen infelices como esfinges
hay amantes
a menudo los encuentro
hay mujeres amadoras que me ignoran
y caminan a mi espalda entre risas
(y no me importa)
jueves, 27 de mayo de 2010
primavera
martes, 18 de mayo de 2010
Salieron a volar las herraduras.
No, macho, no. Que no puede ser. Como te lo digo, Cataratas. Oye Boa, que estaba hablando contigo, tio ¿Dónde te metes? Trae ese Ron de vuelta acá. Coño, déjate de cantar, escúchame ¿Qué pasa, que no te ha gustado? No, hombre ¡eh! Es que no me he quedado con ello, repite, tio, por favor. Salieron a volar las herraduras para quedarse en el cielo como un brochazo en el techo. ¿Qué? ¡Está chula! ¿Que no? Sí, tío, está bien, un poco difusa pero... está bien. ¿Qué, entonces la pones? ¿Dónde? ¿Dónde va a ser? En el blog ese ¡Joder! Que estás empanao ¿Boa, tú estás bien? Macho, es que yo lo flipo contigo, tío. ¡Eh, no, no, estoy bien! Es un poco difusa ¿no? Quicir que está chachi, está currada, a ver si me entiendes, pero es que... ¿Por dónde vas? Joder, pues, está ahí, eh... es como poético porque habla de algo que... no sé... que es como de esclavitud ¿No? Y sale a volar y se quedan ahí en el cielo, con las estrellas tío, como manchas de pintura en el techo tío ¿Pillas? Y luego tiene su punto crudo y tal. De lo cotidiano, tío, del día a día, veinticuatro horas con la brochita ahí, que son muchas horas también y... Sí, sí, está guapo y te viene bien sí. Pero no tiene un hilo... lógico, no sé cómo decir, tronco... son dos ideas distintas, no sé, si dijeses Salieron a volar las herraduras como mariposas, no sé, o Las estrellas son un brochazo de un mal pintor. No sé, son una mierda pero tienen más sentido ¿No?
miércoles, 5 de mayo de 2010
yo no quiero

no quiero ver mis dedos poblados de anillos con rubíes
no los quiero
no son para mí los trajes caros
ni los viajes transoceánicos en barcos con piscina
y daikiris a la sombra
no me interesa respirar el aire puro de una mansión en el centro de birbam
yo no quiero dejar de usar las manos para limpiarme la frente de sudor
y mancharla con astillas, no lo quiero, no
no es para mí vestirme de pingüino, impostar la voz
beber champán francés para desayunar, disimular que sé leer
no necesito inventar anécdotas con condes, faranduleros, botarates
toreros de oficina y bigotitos elegantes acentuando sus bocas
subrayando sus narices
es, probablemente, la única manera que conocen para darse importancia
y aun menos tengo la necesidad
de hincharme los labios o implantarme cabello
estrechar mi estómago
derrrumbar mi nariz
sólo quiero levantarme temprano
reflejarme en el espejo
y sentirte retozando entre sábanas
a mi espalda
en mi cama