domingo, 23 de septiembre de 2012

Al fín, largo verano, agonizas

Al fín, largo verano, agonizas
y te llevas con tus ínfulas de buen hombre
la moribunda eternidad que tanto ansías.
Al fín huyes, cobarde, porque las hojas de los árboles,
según dices, te hacen cosquillas al rasgar el suelo.
Huyes, maldito embustero, por no quemar las espaldas
de tus hijos en la vendimia, te dices y repites convencido
frente a un espejo con la cabeza gacha,
pues ya ni si quiera tú aguantas
el peso del sol en la coronilla.
Al fin te vas, tal cual viniste, en tu carroza de oro
y lanzando flores a los pueblos como un mesías porculero,
saludando con las manos flojas de la desgana y la soberbia
a los necios perfectamente pigmentados que te adoran.
Al fin emigras, altivo estío.
Permíteme al menos disfrutar
horadando las heridas en las cuencas de tus ojos
con las primeras lágrimas que el otoño nos regala.