martes, 14 de diciembre de 2010

a Morente

Así me yerve en las tripas tu canto
como un volcán ahumando el firmamento,
como el erupto pétreo que te han tirado a la ventana
arrancándotenos para siempre de este mundo de brutos,
de manos blandas y corazones descorazonados.
Así me yerve y me sangra ardiente el alma.

Así me inunde el barro la garganta,
o me rebocen de alquitrán las llagas,
así me escupan, me silencien, me lapiden,
así, de pronto, nos rematan
y se quedan huérfanas de voz seis cuerdas,
cuatro manos que palpan y palmean,
trece millones de almas que aún hoy sueñan
que hoy no existe, que es aún ayer, jamás mañana.
Así, tan rápido, tan pronto, tan desvalida se va...

así tu voz regando estará siempre la vida.
Eternamente.

jueves, 2 de diciembre de 2010

el inútil poder de la barba

Ayer andábamos mi amigo Peludge y yo por el centro de birbam. Peludge se ha marchado a vivir a Valencia y, aunque la distancia no podía ser más corta, su ausencia se me hace se nos hace, en realidad, a todos sus amigos inmensa, insostenible, e indigesta como un desayuno inglés seguido de un buen chocolate caliente con churros o porras ¡o ambos, qué carajo! Caminábamos por la calle Mayor observando las apagadas luces navideñas; habíamos doblado la esquina poco antes, en Bordadores, donde habíamos tomado un par de cañas en ese asturiano que tanto le gusta. Ya en Mayor, mientras Peludge embelesado hablaba degustándose en cada una de sus verdades con aroma a mentira, nos cruzamos con tres actores dos actores y una actriz hube de decir, ya que minutos antes habíamos estado discutiendo sobre lo machista de la lengua castellana. Yo les reconocí de inmediato, siempre he tenido buena memoria para las caras aunque no para los nombres. Los miré dos veces, sobre todo a ella que, preciosa, caminaba entre medias de los dos hombres. En ambas ocasiones ella me devolvía la mirada y en sus ojos creía ver el deseo irrefrenable de pararme. Sueño que se estaba preguntando qué cojones hago yo con estos dos carcas pudiendo ir de la mano de esos dos muchachotes. Lo debo soñar durante mucho rato porque apenas soy consciente de cuándo nos hemos cruzado y cuándo ha desaparecido a mi espalda.
Sé que no me miraba a mí deliberadamente. No soy tan iluso. Soy tremendamente consciente de que era mi barba lo que le había maravillado. Mi barba no es una barba cualquiera, ni tiene tres días ni es digna de poblar las mejillas de Bakunin. Pero tiene algo que incita a varones y  a mujeres a mesarla en cuanto miro para otro lado. Si soy honesto debo decir que odio mi barba, pues me roba todo protagonismo; no son pocos los que se me quedan mirando el perfil de mi mentón barbado buscando ese momento en que algún rayo perdido de sol torna unos pocos de mis castaños pelos en rojizos. Mi judaica nariz se siente profundamente agraviada ante esas inquisitoriales miradas. 
Hace unos años, casualidades de la vida, fuí a ver al mismo amigo a su barrio. Un barrio señorial en el que podía sentir cómo los policías que patrullaban las nobles calles me vigilaban. Obsesiones mías. Aquél día llegué antes de tiempo, cosa poco frecuente en mí y mucho menos en mi amigo,  así que aproveché para pasear por ese barrio que tan buenos y malos recuerdos me provoca. Me crucé en dos ocasiones con una actriz, mucho más famosa que la de ayer, y más mayor. Las dos veces fue ella la que se me quedó mirando ¡Está bien! No me miraba a mí, lo reconozco, sino a mi barba, que por entonces estaba asilvestrada. Muchos eran los que aquellos días, como si fuese lo más original del mundo, me decían  talibán o náufrago. Eran aquellos días convulsos del No a la guerra,  aquellos días en que no llovía en birbam, sino que birbam lloraba.
Cuando volví a casa miré una de esas revistas de cotilleos ya atrasada y, por casualidad, una más,  me encontré a esta actriz en un robado en la playa, con su novio, que no era ni más ni menos que una barba negra mucho más lustrosa que la mía.

Hace un par de fines de semana fui al monte con unos amigos y algunas personas que desconocía esa misma mañana al despertar. Habíamos alquilado un autocar de unas treinta plazas y fuimos cantando y riendo unos ochenta kilómetros hacia la sierra. Una señora que no había visto en mi vida llevaba consigo una perrita blanca que estaba enferma. Hacía frío, y las rampas del inicio del camino resultaban altamente perjudiciales para el pobre animal, su dueña se autocompadecía por tener que cargar con ella pero es que no la podía dejar solita en casa, me da una penita horrible, la pobre... Así que hartos de sus quejas, y por solidaridad no vayas a pensar que me junto con una panda de bestias sin sentimientos, dos de mis compañeros se ofrecieron voluntarios para cargar con la perrita. La metimos en la mochila de uno de ellos, con la cabecita del animal sobresaliendo, para que pudiera respirar. La pobre perrita temblaba de frío y de miedo a la vez que agradecía cualquier mano acariciando su cabeza. Durante la operación, la dueña se me presentó, me agarró del brazo y me contó historias de la perra que, evidentemente, no me interesaban en absoluto. Discutimos sobre los Estados Unidos, sobre el capitalismo y el viejo comunismo, sobre el cambio climático y lo muy provechoso que era el cáñamo como material Demasiados plásticos vestís los jóvenes de hoy, con lo bueno que es el cáñamo No pude resistir la tentación de contestar sinceramente Yo... es que el cáñamo lo utilizaba para otras cosas ante los incrédulos oídos ajenos que dejaron escapar leves risas por lo inapropiado de mi respuesta. Aquella señora me miraba la barba con la mirada perdida, como tantas otras veces tantas otras mujeres de la generación de mi padre se habían quedado embobadas mirándome las barbas, probablemente fantaseando con una cara joven y peluda que amaron secretamente hace ya muchos años y, descubiertas en  un peculiar éxtasis místico, se inventaban alguna pelusa entre mi bello facial por el simple  deseo de acariciarla con delicadeza, como quien da una palmada en los cachetes de un bebé, para observar cómo tiemblan las púberes carnes. Otras muchas señoras de la misma generación han sentido repulsa al verme aparecer por sus casas como un vagabundo, como ellas mismas me han dicho. Siempre he tenido debilidad por estas señoras, por la aplastante sinceridad que manifiestan y el pie que dan a ser vaciladas. Amén de que te dan gustosamente dos besos mientras te insultan, cacho guarro.

Me he acordado de la señora del cáñamo y la perrita enferma porque al final del día volvíamos cantando en el ómnibus. Cantábamos con mucho éxito pero pocas aptitudes a Serrat, a Victor Jara, a Aute, y a algunos grupos vascos entre otras barrabasadas incendiarias. Cantábamos básicamente canciones revolucionarias, probablemente trasncochadas,  himnos anarquistas y estúpidas canciones de amor a mujeres que en realidad no son amadas pero que muestran al autor como un fervoroso amante, aunque en cada puerto tenga un marinero que le introduzca su vigoroso aparato en aquél orificio posterior y último de la digestión.  En un momento dado, entre una desafinada Internacional y un ronco tarareo de A las barricadas, la doña, que se sentaba un asiento más atrás de en el que posaba yo mi culo de juez de silla, me llamó por mi nombre y me dijo dando los rodeos típicos de quien no sabe si va a introducir la pata en la trampa o no Yo no sé, porque no te conozco, qué piensas tú de esto que te voy a decir. A los otros, que ya los conozco ,no se lo diría porque sé cómo piensan pero... antes hablábamos de política y ahora... oyéndolos cantar, oyendo las bromitas que disparan... ¿No te da la sensación de que están en el 36, de que así no vamos a llegar nunca a una reconciliación nacional, de que no os interesa cerrar la herida? No me extraña que el Papa dijese lo que dijese el otro día en Barcelona. Ella no se había percatado de que yo cantaba como uno más, en un tono más relajado,  mucho más bajo que el resto, sin hacerme notar para no mostrar a todos mi horripilante voz, pero cantaba con todos ellos y reía las burlas que propinaban a los órganos de poder establecidos, sintiéndome uno más en la sorda queja. Miré para ambos lados sin mover la cabeza y, quizá algo timorato, espeté Mujer, yo entiendo que todo lo que se está diciendo es una broma, que nadie está llamando a tomar las armas y mucho menos aún se ha propuesto encender la mecha para quemar la primera de las muchas iglesias que no ardieron en el 36. Y además nadie lo haría hoy en día. Bueno, bueno, pero sabes lo que te quiero decir Interrumpió. Y yo me dí media vuelta y seguí cantando y riendo las salidas de tono de mis compañeros. 

Fue un viaje de vuelta muy rápido, pese al tapón con que nos brindaba birbam su bienvenida. Y, como siempre, me marché sin despedirme del resto, a escondidas. ¿Qué quieres? Me pongo nervioso, me quiero ir y me voy cuando me quiero ir. Antes, miré a la perrilla andando lentamente por la vereda, temblando, y un  latigazo de compasión me meneo las entrañas. A los pocos días me enteré de que el pobre animal tenía cáncer de pulmón y había sido sacrificado.

Yo, mientras tanto, me voy a afeitar, que no estoy en sierras bolivianas ni estepas siberianas. A ver si al menos así  dejo de mezclar estas historias.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Lo habían olvidado

Ambos habían olvidado la primera vez que sus miradas se cruzaron carentes de interés, habían olvidado cómo en la siguiente ocasión él aguantó la mirada una milésima de segundo más que ella, más joven y tímida, habían olvidado por qué esos ojos les resultaban cada vez más familiares, cómo se habían convertido en una necesidad mutua, una droga, que buscaban por la calle, casi yonquis, casi enfermos, apenas sanos en ese instante maravilloso en que él casi podía olerla y ella imaginaba el calor de su abrazo. Era un mundo de casis, de excitación, de iniciación. Un mundo que no volvería nunca más.
Habían olvidado ya la extraña necesidad de imaginar el nombre del otro Ariadna pensaba él mientras ella se convencía de que se llamaba Rodrigo como mi abuelo, y soñaban conversaciones planeadas como de final de película en blanco y negro Él se me acercará erguido y a paso acelerado apenas percatándose de mi presencia, como perdido. Al fin me verá, me observará de cerca. Será inevitable. Estaré preciosa, tan bonita como jamás me haya visto... y cuando mis ojos se crucen con los suyos ladearé la cabeza y le lanzaré una sonrisa ¿Tienes un cigarrillo? Le preguntaré. Pues... en verdad no fumo me dirá. Yo tampoco. Y aunque no tenga una mísera peseta en el bolsillo se le escaparán del alma unas palabras. Te invito a un café dirá en esencia. Y la calle no será más ya esta aburrida birbam sino aquella ciudad de neón y patinaje sobre hielo.
Habían olvidado cómo se conocieron años antes, y cómo el olvido no había hecho mella en ellos. Lo habían olvidado todo.

martes, 2 de noviembre de 2010

La Revancha

Ni rastro de los cadáveres de Sauquillo y Sorano.

Anduve buscando entre los restos de todos los guerreros a los dos caciques, pero ni modos... únicamente pude ver y remover pútridos despojos descomponiéndose en una suerte de carroña para las aves, una pepitoria divina. Parecía que los infiernos habían abierto una puerta en la mortecina tierra del valle. Algunos hombres jadeaban ansiando la muerte, otros gritaban y se retorcían de dolor clamando auxilio. Les dí muerte a todos, a todos y cada uno de ellos. Ni uno quedó Esta historia sólo la contaré yo pensé encontraré a los dos bastardos que han causado esta sangría y les degollaré, así me cueste el resto de mis días. Comprobé uno a uno que los cuerpos de los déspotas no estaban en el valle, misión que me costó dos días y todas las reservas de agua que fui encontrando en los cintos de los malhechores Con suerte estarán ya muertos allá afuera pensé la mañana del tercer día mirando la colina que delimitaba el valle al sur, y escalé y huí de aquel camposanto sin santificar.

La colina sur en nada se parecía a la que delimitaba el norte, no tenía hoyas en su cima sino una planicie verde como un descuidado campo de golf escocés. Ni yo ni mi sed podíamos creer que allí mismo hubiese un oasis. Corrí a beber de un manantial natural que encontré en la cara sur para empaparme la boca con una fina arena como de playa. Allá arriba no había más que un minúsculo desierto. Entonces caí en la desesperación. Sí, lloré amarga y desconsoladamente, de mi boca brotaron alaridos irreconocibles, el sol me batía y me arrojaba con violencia al suelo a cada paso en mi descenso. Perdí el conocimiento y caí rodando hasta las faldas de la colina. El revolcón hasta allá abajo me destrozó la espalda y me encontré implorando a dios con la voz rota, tumbado en el suelo no me pude levantar.

Desperté de repente con un chorro de algún líquido abrasador en mi cara, traté de abrir los ojos pues el chorro me iba empapando el tronco y los brazos y bajaba hacia mis piernas con menos fuerza, razón por la que pensé que aquella ducha tenía origen humano. Al fin pude abrir los ojos, pero el sol no me dejaba ver con claridad no más que a un hombre con una especie de cantimplora en la mano que reía ¡ah, gachupín, me confundí con usted! Fue usted más aguerrido que todos mis hombres! Reconocí esa voz al instante, la reconocería así pasasen cien años. Poco a poco mis ojos pudieron enfocar al dueño de aquél aullido que, en efecto, era Raúl Sorano ¡Ha sobrevivido! Susurré carraspeando realmente sorprendido ¿Cómo no? Me preguntó sin esperar respuesta y sonriente Usted y yo, gachupín, somos los únicos machos que quedan en la faz de esta tierra eructó alcanzándome la mano para levantarme Ese cobarde hijo de mil putas de Romeo Sauquillo también está ahora en el otro mundo, yo mismo lo ajusticié, a él y a los tres hombres que lo acompañaban Dudé un momento pero le estreché mi mano izquierda al mismo tiempo que con la derecha alcancé un canto afilado como punta de lanza, me reincoporé con su ayuda y, precisamente, gracias al impulso que me daba le asesté con la piedra en la cabeza. Se la clavé en la misma frente, y allí se le quedó alojada una punta en el cráneo. La sangre eruptó a borbotones y sus ojos gritaron, dejando así salir toda la vida que había en ellos. Con mis abrazos agarrándole por la pechera se le fueron apagando los ojos lentamente según le hablaba No, no te vayas, Raulito, aguanta un poco más, hijo del infierno. Escúchame una cosita... Tú, perro, eres el único responsable de la muerte de todos estos hombres, por tu culpa no habrá descendencia en estas tierras y vendrán, de nuevo, hombres extraños a repoblarlas. Si es que te llevas contigo al infierno tu maldición Se le marchó la vida allí mismo, entre temblores y arcadas.

Tomé el agua que llevaba encima y su sombrero, también me probé sus botas que estaban en mucho mejor estado que las mías pero, desafortunadamente, no eran de mi talla. Bebí hasta saciarme y mientras bebía pude oír el relincho de un caballo que no debía andar muy lejos. Anduve en la dirección que me dictaban los oídos, hacia detrás de una colina menor que me dispuse a rodear, en ese trayecto me topé de frente con el jumento que galopaba hacia mí como si fuera un viejo amigo que me reconociera después de mucho tiempo sin vernos. Se paró y relinchó de nuevo, estaba tan quietito, tan parado, que creí que me invitaba a subirme a sus grupas. Así lo hice, y el potro empezó a cabalgar ignorando mis órdenes en dirección al sur.

Cabalgó y cabalgó como si no necesitase descanso durante todo el día, hasta que nuestra sombra se hizo demasiado grande y decidió parar. Quizá le da miedo la noche pensé, pero estaba equivocado. El corcel había cesado en su carrera porque a unos veinte metros más adelante había un masa casi inerte retorciéndose en el suelo. Recuerdo que pensé que el caballo me habría llevado allí para salvar a ese hombre. Aún me quedaba algo de benevolencia, así que salté del lomo del jaco y corrí a asistir al hombre que se doblava en un charco de sangre. Le dí media vuelta al cuerpo y mi sorprendente cara se vió reflejada en sus sorprendidos ojos ¡Oh, es usted, Sauquillo! musité Gachupín bisbiseó asístame, la vida de mi hijo está en juego. Si es por eso no se preocupe, sus propios hombres le dieron muerte antes de que empezase la batalla final. Sus ojos vomitaron dos lágrimas de sangre al tiempo que decía Hijos de puta, los degollaré a todos. Tranquilo, Sauquillo, usted y yo somos los únicos con vida espeté Lléveme a la ciudad y se lo recompensaré pronunció No se haga drama, esto ya terminó, salúdemelos a todos en el infierno y le pisé con la derecha en el cuello hasta ahogarle mientras le pateaba la cabeza con la zurda, trabajo en equipo pensé.

Me subí al lomo del potro sin mirar atrás. Es el último recuerdo que tengo hasta que llegué a la ciudad. Creo que dormí en las ancas del jamelgo hasta entonces. El bicho parecía saber dónde llevarme y así fue, directo a la penitenciaría. Aquí cumplo condena sin saber muy bien por qué. Mi conciencia está tranquila, hice lo que tenía que hacer. Por mí, por Rosalina Sorano, por Román Sauquillo, por el hijo de estos, y por todos los muertos en el valle.

FIN.






lunes, 1 de noviembre de 2010

El día de los difuntos

Entonces comenzó la lluvia de metralla. El chaparrón de metales, aunque esperado, resultó sorpresivo.

Antes apareció un pequeño contingente de no más de diez hombres cabalgando como jockeys en el Grand National desde el norte, arrasando con sus pisadas la poca vegetación que sobrevivía en aquél páramo sangriento. A los diez vaqueros a caballo les perseguían otros veinte hombres a pie, sucios, más bien mugrientos, gritando, quién sabe si por miedo o rabia, y con lo ojos saliéndoseles de las órbitas, veinte hombres armados con cintos y cintos de balas colgando en cruz sobre sus pechos. Yo alcancé a verlos el primero, quizá fui el único. Los hombres de Sauquillo me habían dado un segundo de tranquilidad mientras se cebaban con el cuerpo malherido y casi inerte del niño, de veras que siento lo ocurrido con aquél muchacho más que lo que a continuación voy a relatar, pero yo era sólo un hombre perdido en el desierto entre dos ejércitos que luchaban sin saber muy bien por qué. No podía hacer nada y no podía aguantar más aquella barbaridad. Pensé en huir, comencé a escalar el pequeño monte ubicado en dirección al norte, una colina ridícula con hoyas en la irrisoria cúspide, lo cual le daba un aspecto de urinario de los dioses. Al llegar a la cima fue cuando vi a los diez jinetes, con los ojos nublados por el sudor y los rayos vespertinos del sol a latigazos, tapándome los orejas tan fuerte como podían mis brazos delibitados tras tantas jornadas sin un mísero pedazo de pan, tapándome aquellos oídos sangrantes que no podían soportar más los gritos del pequeño Sauquillo a causa de las vejaciones de aquellos hombres que, se suponía, le tenían que cuidar. No pude reaccionar, mis piernas temblaban y caí a plomo entre las rocas, en una de las hoyas. Agarrotado por el miedo, apenas pude pensar en la vida de todos aquellos hombres que, evidentemente, ni me importaban ni me importan. Casi no me importaba la vida propia. Puedo decir desde el sofá de la vieja casa familiar que deseé la muerte, que la ansié como se desea el sexo de una primera cita en el portal de su casa.

Entoces comenzó la lluvia de metralla, y los hombres de Sauquillo corrían en todas direcciones buscando un parapeto en que resguardarse. Muchos de ellos se retiraban hacia el norte firmando la muerte, otros huían hacia el sur por el estrechísimo camino del despeñadero y caían como manzanas en la cabeza del físico hacia lo desconocido. Veinte o treinta valientes trataron de hacer frente a los ataques acorazados tras los cadáveres en una especie de campamento improvisado en el centro del valle. Pero los hombres de Sorano arrasaban como vikingos lo que encontraban a su paso, cada vez eran más y más y, borrachos de cólera y sedientos de sangre como estaban, en muy poco tiempo liquidaron a todos y cada uno de los compinches de Sauquillo. Tal era el caos que habían originado que al eliminar a todos sus oponentes no fueron capaces de percatarse de que luchaban contra sí mismos, y así se dieron muerte, dejando que sus propias diferencias y sus odios internos aflorasen en esa borrachera helicoidal de rencor tan divinamente humana.

El cuerpo inerte del niño Sauquillo, cuatro hombres con los pantalones bajados y las lorzas ensangrentadas, Serra con una herida en el bajo vientre, veinte cuates debajo de otros veinte cuerpos sin cabeza, otros tantos decapitados en lo alto del monte que delimitaba con el sur, los fantasmas de Rosalina y Román bailando un vals entre los despojos, ríos de sangres, llamas, diligencias destrozadas, caballos agonizantes, barriles de güisqui agujereados, ratones, ratas, águilas harpías, solitarias, elegantes y tiranas disfrutando del banquete. Pero ni rastro de los cadáveres de Sauquillo y Sorano.

Feliz día de los difuntos.

viernes, 22 de octubre de 2010

20.

"A veces era mejor mirar al suelo para saber si estaba lloviendo o no"
el coso dixit.


En ocasiones convenía mirar al suelo

fisgar en los charcos

hurgar en desanimados recovecos

oscuros, aparentemente inertes

recodos donde la plata y la lluvia copulan y se confunden

interponerse en el momento exacto en que la gota toca

en que la gota roza la pelbis poluta de las veredas

interrumpir el coito de la naturaleza

(lo hizo ya tantas veces el hombre que apenas importó una más)

si de verdad quería paladear el cielo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

agua en Madama

¿Sabes esa ilusión de ver el arco iris dentro de tus ojos? ¿Esa gota de sudor que sortea tus cejas y pestañas y sala tu córnea? Pues esa mañana empecé a andar algo despistado, sin sentido, quizá turbado por la gente, y fuí andando un buen rato, demasiado, probablemente una tarde entera por aquella avenida., nublado con ese arco iris clavado en la mirada. No sé muy bien si dormí aquella noche o me desmayé cuando amanecía. En cuanto desperté volví a caminar de manera instintiva hacia el sol, cruzando un campo casi yermo, tropecé, me caí, me arrastré como culebra buscando sombra. Imaginé cóndores negros planeando en redor de mi, como estancia previa a la estigia barca. Yo allí sentado, en mi yo onírico, en aquél banco de madera y jugueteando con los pies en el agua, tocando ligeramente con el dedo gordo la superficie, dibujando círculos concéntricos que proyectaba hacia la otra rivera. Tardó en llegar pero al fín nos subimos a la barca, dos chicos chipriotas de unos quince años, seis señoras bolivianas que no habían parado de cantar, y yo. Era evidente que aquella embarcación no era muy estable, te aseguro que nos embargó el miedo con el primer trueno, la barca se meneaba demasiado, cada vez más y más agua entraba por entre las maderas mohinas, llovía con tanta violencia que apenas podía ver a las cantoras bolivianas, sabía que estaban delante de mí porque podía oírlas. 
De pronto el mar nos tragó. Y desperté debajo de una tormenta en aquél páramo inicial. Era la primera vez que llovía en los últimos 6 meses en la proximidades de Madama, Níger. 

viernes, 8 de octubre de 2010

birbam, 8 de Noviembre 2007

A mí las herrumbrosas hojas de las calles,
caducas, urbanitas e insurgentes,
las birbanianas hojas pudorosas.

A mí las letanías, las odas y los plantos,
las calipigias mujeres timoratas
deseosas de bebés autodidactas.

A mí la chispa, la hoguera y los rescoldos,
la flameante sombra del Averno
que ya antes planease sobre mí.

A mí el carmín manchando las solapas,
sin fútbol y sin misa los domingos,
las colegialas estúpidas e histéricas.

A mí el maiz, el cereal, la cebada
y el patxaran después, después de la comida.

lunes, 4 de octubre de 2010

19.

La inspiración, esa novia que tropieza en la entrada de la iglesia.

lunes, 27 de septiembre de 2010

empezar a escribir un nuevo sueño

Clavada te tengo amada en otra latitud
en plenitud de sueños que me empeño en no olvidar
en volátiles dátiles que se lanzaran eva y adán.

Clavada te tengo en el aire, un buen aire que voltea choripanes desde tu costado,
pintándome de amarillo los viernes y sus labios...
los labios que no se ofrecen los viernes,
esos malditos labios que se amoratan lentamente,
esos labios cardenalicios incitándonos al vicio,
al temblar de piernas si me estás faltando como no te tuve nunca.

Incrustada como una mancha de café en esa camisa que jamás vestí, ni vestiré,
repito que ni siquiera tengo intención de vestir esa camisa
pues ya no me hacen falta más ropajes que tu brazo cubriéndome las espaldas,
no necesito más que atarnos como un nudo de piernas en la cama,
no preciso más de lenguas yermas y abalorios dentales enmarañándose en el cuello,
con calcáreas arias, con tronadoras odas, con sombrías elegías.
No.

Solicito un quitamanchas, un alicate, una goma de borrar, medialunas en la cama, algo,
el valor para agarrar una nueva hoja en blanco y empezar a escribir un nuevo sueño.

martes, 21 de septiembre de 2010

la rabia de Cataratas

Nunca he visto el río Guadiana de cerca, lo he observado y seguido con el dedo en un mapa desde su nacimiento en los Ojos del Guadiana hasta el Océano Atlántico, como haciéndole cosquillas cuando se convierte en frontera natural con mis hermanos lusos. Desconozco si tiene alguna cascada, pero sí sé que aparece y desaparece como mi amigo Cataratas.

Ayer le ví otra vez y, como siempre, me veo en la obligación de hablar de él. Nos encontramos por casualidad en La Latina, cruzando por debajo del Viaducto, y nos fuimos a mojar la galleta de la filosofía barata en jugo de cebada. Divagamos demasiado sobre lo humano y dejamos lo divino a un lado, con los mohinos cacahuetes que nos sirvió el camarero. Que si se ven muchas banderas nacionales en los balcones desde el Mundial, que si el cierre aquél de Egunkaria, que si el juez, que si la nueva tregua de ETA, que si todos los políticos son tal, que si el portugués es un chulo y el catalán no le dió la mano con razón, que si don Andrés es dios, que si la crisis, que si qué crisis, que si somos burros, torpes, y estamos apollardados, que si los jóvenes nos merecemos lo que nos pasa por no gritar, que si hay que gritar pero con sentido, que si nos faltan contenidos, que si ahora resulta, después de todo, que me gusta el Hip-Hop.

Pero lo que más me llamó la atención fue que me dijese que creía que tenía miedo La verdad, Boa, que últimamente ando pelín acojonao ¿Has visto lo que está pasando? ¿No me digas que no es para asustarse, tronco? El fantasma del fascismo vuelve a sobrevolar Europa. Parecía que estábamos consiguiendo matar al perro pero la rabia sigue latente, y está brotando con fuerza en lugares donde nunca hubo atisbo de ella. Ya llegó a Austria hace años, el putero presidente italiano empezó a expulsar rumanos hace unos años y ahora es el presidente extranjero de Francia el que hace lo mismo ¿y qué me dices de los veinte escaños que han conseguido en la progresista Suecia? Aquí al menos se esconden detrás del ultracentrismo, aunque no todos llevan el mismo collar. Pero lo que más miedo me da es que todos se ocultan bajo las siglas de la Libertad y la Democracia, cuando precisamente contra eso es contra lo que atentan. Engañan al pueblo ignorante y se aprovechan de esta puta crisis para sembrar el odio a lo desconocido, a los extranjeros, entre las clases más humildes. Lamentable.

Es una vergüenza, tío Le dije ¡Qué pronto hemos olvidado los españoles que hace treinta años éramos aún un país pobre, que hemos sido despreciados en Europa durante años, que nos consideraban sucios, incultos, portadores de enfermedades erradicadas, mientras les estábamos ayudando a construir este jodido continente.

Al menos ellos nos ayudaron a nosotros a crecer económicamente. Ni a tí ni a mí, de acuerdo, aquí siempre se ayuda al que ya tiene Me interrumpió pero a lo que voy es que nos vamos todos a la mierda. Que a veces yo me voy al Parque de París a esperar a algún diputado y abrirle la cabeza, como hizo el hermano de tu abuelo. Sé que así no voy a arreglar nada, sé que no podemos esperar a un mesías capaz de ponernos a las nuevas generaciones progresistas de acuerdo, alguien que quiera y pueda luchar de verdad por los intereses de todos los hombres, lo sé, pero la rabia es profundamente infecciosa y yo la empiezo a salivar.

No sé, anoche me dió por pensar, quizá sea Cataratas el que tenga que buscar a ese mesías menos pasional, más práctico y educado, ese mesías al que todavía no le hayan contagiado esa rabia. No sé, sólo me dió por pensar.

lunes, 13 de septiembre de 2010

le costó desperezarse

Le costó desperezarse ventitrés horas. Se había vuelto a acostumbrar a aquella primigenia posición fetal con la rapidez con que se nubla la memoria cualquier noche bañada en güisquis. Pero ya era demasiado tarde, ya no había rastro de los caminos ingleses simulando verdes y olorosos túneles, no quedaba dónde husmear a pickle and cheddar sandwich. Y se volvió a acurrucar en la cama, sin esconderse bajo las sábanas porque el calor de birbam no se lo permitía, con el más ladrón de los dedos en la boca y la mirada perdida dirigida a la ventana, para que sus ideas volasen, para que sus sueños escapasen de aquellas paredes, de aquél asfalto con olor a grasientos bocadillos de calamares.

Y los sueños chocaron una y otra vez contra el techo, y rebotaron contra el suelo rompiéndose en tres pedazos, tres migajas de sueños irracionales y sustituibles languideciendo en el piso como serpientes  decapitadas y agonizantes, condenadas a morir ahogadas en sus propias babas, en su venenosa bilis, incluso sin cabezas aquellos zigzagueos nerviosos supuraban corrosivos líquidos por inercia de la imaginación.

Entonces llamaron a la puerta y su vida cambió.

martes, 24 de agosto de 2010

Segundos fuera.


Yo quiero volver al principio pero ya es tarde, ha sonado demasiadas veces la campana.

K.O.: ¡Diez!... ¡Ding, ding, ding. ding! Fin del combate... combate nulo... así no gana nadie... ¡Nueve!... será posible... ¿cómo puede ser posible?... ¡Ocho!... ella tampoco se levanta... ¡Siete!... un último esfuerzo... ¡un último esfuerzo!... ¡Seis!... yo no soy capaz... ¡Cinco!... al menos que ella se levante... ¡Cuatro!... las piernas no me responden y ella se agarra a las cuerdas... ¡Tres!... atrás escupo sangre... ¡Dos!... no se puede volver... ¡Uno!... no, no se puede quiero escupir.

Octavo y último asalto: Pondré mi rodilla en la lona si hincas la tuya primero. Ni lo sueñes contestó. Intercambiamos golpes ya sin ganas, de manera inconsciente inyectábamos en el cuerpo del otro mucho veneno Sufrir ha de sufrir a la fuerza pensé, sin saber que el daño era recíproco y me minaba en el alma. Ojalá pudiéramos volver a empezar susurré en el preciso momento en que nuestros puños chocaban definitivamente en el rostro del otro.

Séptimo asalto: ¡Por dios que alguien tire la toalla ya!

Sexto asalto: Los dos estamos ya cansados, pero no nos sabemos decir adiós, no nos entendemos, no nos odiamos pero nadie quiere bajarse del ring con la vitola de perdedor. Vas a morder la lona me susurra siempre pierdes, perdiste y volverás a hacerlo. Ella tiene razón, no me defiendo, no merece la pena levantar los brazos, merezco todos sus golpes ¡Venga! Destrózame el hígado. No me ves cómo tengo ya los ojos, sigue atacándolos, ya no puedo sangrar más, me duele verte. Que me atice, que me arañe, que me arranque las legañas a puñetazos.

Quinto asalto: Crochet, uppercut y directo. Dos ganchos de izquierda, esquiva, directo de derechas al mentón y crochet al riñón. Nos agarramos No, no te pienso soltar, de aquí sola no te vas. Se zafa Yo no tengo dueño ¿te enteras? Directo al vientre, otro más, uppercut de izquierda y me remata con un gancho de derecha que no veo venir. Otra vez los labios van al agua, otra vez sus labios se alejan de los míos que manan sangre coagulada y venenosa.

Cuarto asalto: Lo reconozco, salí a matar.

Tercer asalto: Era un ambiente suave y placentero, como un Vals de verano, hasta que algunos espectadores, sintiéndose estafados, empezaron a arrojarnos las sobras de sus comidas. Pudimos evitar los impactos un tiempo, pero el árbitro disfrazado de serpiente me tendió una manzana y yo mordí una almeja. Ella también tenía la boca llena.

Segundo asalto: Sí, tuvo que agarrarse a las cuerdas tras el primer intercambio de golpes, salí con la guardia bajada y no pude ver los dos primeros rápidos crochets al mentón, así que me escondí en mi esquina y besé los labios del agüita milagrosa. Primero ella y después yo fuimos necesitando más y más de la ayuda de las cuerdas para aguantarnos, para chocar más tarde nuestros cuerpos, abrazarnos para no caer, y surgió de ese roce el amor, que no el cariño.

Segundos fuera: Lentamente el sol surgió de entre los montes, colándose por entre las ramas de los pinos, esquivando columnas, tejados de paja o de pladur, zigzagueando por entre la patilla y la lente de unas gafas de sol hasta lamerle la córnea. Bailaban, sorteaban trémulos golpes a los riñones, ganchos al aire, y un directo a la boca como un beso. Empezamos a sudar y las gotas caían temblorosas al piso.

Presentación del combate: No sabes si besarme u odiarme Me dijo como quien golpea y no espera ser golpeado, sin guanteo previo. Simplemente me miró a los ojos, llevaba un buen rato mirándome a los ojos y abrió su boca con una media sonrisa, no pude devolver la percusión, mi mente apenas pudo reaccionar... aunque supiera la respuesta Yo lo que quiero es besarte, para odiarnos siempre tendremos tiempo.

La verdad es que desconozco si la pirata idea me abordó delante de aquella caja tonta marrón que había en casa de mis abuelos, como un intruso virus beligerante y despiadado contra mi conciencia o ese gracioso músculo al que se empeñan en dar vida propia como si no fuera suficiente para él con motorizar al resto de nuestras vísceras. Pero aquellas películas romanticonas, aquellas teleseries insulsas, pedorramente ñoñas, ridículamente falsas, magníficamente estrafalarias e irreales, e incluso aquellas novelas de final feliz que leí algo más tarde, pese a que mi imaginación volase más libre en cuadriláteros de asfalto que las piernas de Cassius Clay, talaron en este bosque de recuerdos sendas en las que difícilmente volverán a brotar tan crédulos árboles. Me cago en mi infancia, me cago en hadas y ninfas, en sueños de ojos abiertos, en la espera. Me cago en pretender volver atrás cuando conocemos el final y anhelamos escribir la historia otra vez, cuando deseamos que suene de nuevo la primera campana. Segundos fuera.


martes, 3 de agosto de 2010

El crío


Todos los hombres de Sauquillo se levantaron como guindilla en ojete, montaron sus caballos y siguieron las órdenes del propio Sauquillo y tres de los hombres con los que habíamos compartido la charla mientras Serra sin levantar los ojos de la polvorienta tierra me susurró Será mejor que se marche, gachupín, las cosas se van a poner feas. Yo trataré de ayudarle en su huida. Este no es más un lugar seguro. Hablaba Reinaldo Serra como si fuese más importante lo que callaba que lo que decía. Pero yo no quiero huir... quiero conocer el final de esta historia Espeté. Sí, mi compadre, usté quiere saber... pero debe saber que ese final puede ser el suyo como será el mío.

Quedaron muy pocos hombres en aquel campamento, y los que había no querían platicar. A todos les goteaba el miedo de la nariz, sus rictus eran serios, sus ojos semicerrados o perdidos en el horizonte huían del enemigo y la fina arena del desierto que levantaba juguetón el viento, sus bocas pastosamente sedientas escupían tabaco, los cuerpos medio inertes se apoyaban en sus armas. Eventualmente alcanzábamos a oir algún disparo probablemente perdido. Nada indicaba que fuese la batalla final. A Sorano no le quedaban muchos hombres apoyándole y lo más probable es que aquellos que se acercaban fueran desertores.

Dos horas más tarde del último disparo aparecieron los primeros rufianes de vuelta con un bulto, como saco de papas en las grupas de uno de los caballos, que resultó ser uno de los que pretendían traicionar a Sorano. Le arrojaron al suelo y ni corto ni perezoso uno de los vigilantes se acercó a orinarle sobre las heridas. Algunos otros se asomaron también para maltratarle. Un perro eso es lo que es Gritó uno de ellos antes de que otro aparentemente con más galones les separó y dejó que el pobre muchacho que no alcanzaba los dieciocho años de edad pudiese descansar un rato. Parecía que se olvidaron de él y me acerqué a aproximar a sus labios las últimas gotas de agua que quedaban en mi cantimplora. Deme güisqui, compadre... suplicó, ándele, guey, deme algo más fuerte, para qué quiero yo agua en mi lecho de muerte, gachupín... ¡Un momento! ¿Cómo sabía ese hombre que yo era gachupín si no había abierto la boca? Traté de limpiar su tiznada cara y apartarle el pelo de los ojos, me deshice sin muchos problemas de su débil resistencia hasta que le reconocí...

Aunque no había pasado más de una semana desde la primera vez que le ví su aspecto había cambiado muchísimo, como si una semana vagando por el desierto fuesen cinco años entre seres civilizados... y pensé en cómo sería mi aspecto... y corrí en busca de ese pequeño riachuelo a mirarme la cara en su reflejo. Pese a que temblaba como la primera vez ya no era el niño tembloroso que ví entre los hombres de Sauquillo el maldito día en que me crucé con ellos por primera vez en mi vida. Levanté la cara de aquel arroyo y me giré siguiendo los gritos horrorizados del crío ante el atosigamiento de los secuaces de Sauquillo Toma, putito, tú nos metiste en esta, no debiste nacer, maricón increpaba el más violento de todos asestándole una tras otra mil patadas en el abdomen. Era evidente que aquél muchacho no contaba con las simpatías de aquellos hombres. Era evidente que aquél era el hijo de Román Sauquillo.

viernes, 30 de julio de 2010

18.

Pinta muelles el mar al llegar a la arena.

lunes, 26 de julio de 2010

Penitencia en el New Forest

Hace un año y tres días llegué al aeropuerto de  London-Gatwick con una mochila de montaña a reventar de ignorancia y miedo. En seguida comprendí, cuando el revisor del tren a Southampton bromeó conmigo, que mi inglés no era suficiente para sobrevivir, tardé más en enterarme de que aquello que soñaba hacer se iba a antojar harto complicado pese a que el ambiente de soledad invitaba a ello. Vinieron muchos fantasmas a tocarme la puerta, cerrarme las pestañas, clavarme astillas bajo las uñas y martillearme los dedos.

Desde que, hace uno más de la mitad de los años que tengo, empecé a escribirle versos a alguien he tenido  siempre dos palabras comodín con las que empezar a vomitar con imágenes incomprensibles, sentimientos comprendidos. Este año y tres días ha estado rebozado cual flamenquín de ambas palabras: soledad y muerte.

Soledad. Añoranza inicial del Buenos Aires aquel, incomunicación, melancolía de aquel amor que no iba a recuperar jamás, ausencia de un nuevo amor, nostalgia de birbam, de bizarria, de la familia, de los amigos, retiro otoñal en el New Forest, aislamiento voluntario e irracional, clausura invernal y obscuridad, sensación de destierro sin sentido, abandono higiénico y, sobre todo, orfandad.

Lo único que me dijo cuando le enseñé mis segundos poemas fue Te mueres demasiado, y descubrí que era cierto, que recurría gratuitamente a esa palabra. También tenía que ver que quería ser Dylan Thomas sin conocerle, un lúgubremente nocturno Cadalso, un Bécquer anodino, y que estaba bajo el influjo de las letras de Jim Morrison. Ese mismo día descubrí que él también había querido ser escritor y pude ojear algunos párrafos. Todo empezaba a tener sentido.

Mas mal que bien pasaron los meses y se endurecieron ciertos organismos impalpables. Ha sido un duro camino que termina, un cruel aprendizaje, y aunque aún no tenga preparada la maleta el objetivo está practicamente cumplido. Otra vez fracaso en el más solemne de mis propósitos, pero ahora puedo olerlo, está aquí, incrustado en mi pituitaria, guiándome como zanahoria a un jumento.

No se preocupen, aunque me estoy confesando no voy a rezar tres padresnuestros y tres avemarías, si ustedes lo hacen me parece muy bien, no lo hagan por mí. Esta ha sido mi penitencia, mis no pecados no están perdonados, no rezo, sólo si lo hacen mis lágrimas. Mi ser supremo no tiene oraciones, no tiene templos, pero están en mi sus enseñanzas.

Lo lograré en la siguiente etapa, en mi siguiente sacramento.

sábado, 24 de julio de 2010

si callo

Tengo una extraña sensación, llevo años dándole vueltas al asunto pero jamás me atrevo a hacerlo público. Si hablo nadie me presta atención, suelo repetir mis anécdotas más de lo que me gustaría, no porque me guste contar batallas, enzarzarme con fechas inútiles o dar datos de más, que también es cierto, si no porque nadie las recuerda. Pero si callo... ¡ay, si callo! Si callo se suelen preguntar ¿Qué le pasará a Boabdil? ¿Estará triste otra vez?
Señores y señoras mías, si callo es que estoy soñando.

domingo, 18 de julio de 2010

ripios sin titulo para boabdil

boabdil está dormido

ya no le llora a mamá

boabdil está durmiendo

ya no mira atrás jamás

boabdil está dormido

Aixa no le acunará

boabdil está durmiendo

quién le despertará?

sábado, 17 de julio de 2010

sin palabras hacia bizarria


Otra vez sentado frente a un ordenador ingles, sin acentos ni simpaticas enes con tupe, otra vez aqui, esperando, doce dias mas esperando para volver a birbam. Aunque si soy sincero, que he de serlo, estuve alli hace tan solo cinco dias con razon de la final del Mundial de balompie, y como ni Boa ni yo, por distintas razones, estamos escribiendo nuevas entradas voy a transcribir las notas que fui escribiendo en esa jornada en la carretera hacia bizarria.

17.46 Hora britanica. Sentado en la cama repaso lo que me voy a olvidar. Mis piernas ya estan cansadas, agarrotadas de puro nervio. Aparentemente me esperan 21 horas hasta que llegue. Hay gusanos jugando al fronton en una de las paredes de mi estomago.

18.45 Subo al tren en Totton despues de 40 minutos caminando, en 6 estare en Southampton. Al pasar por la casa de apuestas he pensado en apostar por Spain, cinco o diez libras, pero no queria perder el tren. Ya he dado un par de cabezadas, creo que no me costara dormir.

18.58 En la estacion de autobuses me doy cuenta de que me he equivocado al comprar el billete de vuelta de Heathrow a Southampton. Las oficinas estan cerradas, la gente espera a los autocares en la calle, yo tengo al menos 30 minutos aqui.

21.15 Doy vueltas medio perdido por la Terminal 1 del aeropuerto, aunque no lo reconocere en la vida. Cambio dinero, cambio demasiado dinero para ser sinceros y no me queda una libra para comprarme una botellita de agua. En fin, buscare algun ditio donde planchar la oreja.

21.36 Empiezo a tener hambre y creo que he encontrado una butaca en la que podre dormir, aunque ahora no tengo ni pizca de suenio ya que he ido duermeveleando en el autobus. Por cierto! Se me olvidaba decir que cambie el billete de vuelta a Southampton previo pago de cinco libras. Me aburro, creo que es el momento de estudiar un poco.

05.30 He hecho ya el Check-in, pero aun me falta al menos una hora y cuarto para embarcar. Algo logre dormir, no mucho. Me he llevado un buen susto cuando he abierto un ojo y he visto a un forzudo policia aproximandose con mala cara. No era por mi sino por el vagabundo que tenia a mi lado y que no habia dejado de hacer ruido hurgando en las basuras cercanas y cantando por lo bajini. Mas tarde, cuando al fin dormia placidamente han irrumpido dos parejas de indios hablando a voces. 

05.58 Veo las primeras camisetas rojas. Algun que otro tarado hace el mismo camino que yo.

10.03 Hora continental. Aterrizamos en el aparentemente minusculo aeropuerto de Munich.

10.25 Celebrando que me han gustado las pocas mujeres bavaras que he visto y mientras espero que abran la puerta de embarque me voy a enfundar la camiseta nacional, ya es hora.

11.35 Despegamos mientras hablo con una pareja de canariones aficionados al baloncesto, yo quiero dormir pero la conversacion es realmente agradable y merece la pena. Aun no he llegado y ya se huele la hospitalidad hispana.

14.20 Al fin estoy en el aeropuerto de birbam, de entre un par de kioscos surge otro canario que ha venido a buscarme. Nos subimos al coche y nos vamos a bizarria.

15.09 Llegamos a bizarria, nos acercamos a casa de mi tia, despertamos a mi hermano y me doy el primer banio del verano. Necesito despejarme un poco, estoy muy cansado.

16.16 Plato combinado en un bar al que me empenio en cambiarle el nombre una y otra vez. Escucho a los parroquianos mientras ven el Tour en la sombra. Degustando un patxaran un borracho eructa Hay que tener un master pa tomarse una copa aqui Cuanto echaba de menos este tipo de cosas!

17.24 Llegamos al bar de un amigo en el que veremos la final. Empieza el reparto de abrazos, en ocasiones me siento como el Papa, la diferencia esta en que a mi me resulta placentero abrazar a quienes querian que fuese a ver el partido con ellos, a quienes necesitaba para ir a ver el partido con ellos. Empieza tambien el etilismo mesurado.

20.30 Kick-off.

Alrededor de las once, Don Andres marca el unico gol del partido. Iker alzara la Copa del Mundo. Bebemos, cantamos, bailamos, y me voy a dormir sabe dios a que hora, ni demasiado tarde ni demasiado temprano pero destrozado. Esta peregrinacion merecio la pena.


Muchisimas gracias a todos los que hicieron esto posible. No me refiero a los futbolistas, a los que ya agradecere mas adelante, sino a mis amigos (a los que no comparto con Boabdil) sin vosotros... sin vosotros... sin vosotros... no hay palabras.








domingo, 4 de julio de 2010

La mascota de Mrs Northgate

Era una mañana apacible, pese a que el cielo estuviese cubierto de nubes no corría el viento. Agarré mi bicicleta dirección al pueblo más cercano, por la acera, era temprano y alguna legaña había sobrevivido a un débil lavado de cara. Por la acera se podía pedalear con tranquilidad.

Tengo que ir un día cada semana al pueblo de al lado para asistir a clase de inglés, nunca me gustó encontrarme en un aula con unos desconocidos que no me interesan lo más mínimo con los que al principio no podía hablar porque desconocía la lengua y con los que ahora no puedo hablar porque no tenemos nada en común. Nada que no sea que somos extranjeros. No me gusta que todos pretendan llamar la atención de la profesora, me recuerdan a mí con catorce años. Sólo hay un chico eslovaco, el más joven de todos, que permanece callado y pregunta cuando le dan permiso.

Mrs Northgate salió esa misma mañana de su casa en el pueblo de al lado con una inmensa bolsa colgando de su brazo derecho. Se había despertado muy pronto para limpiar la casa vacía de hijos y marido hoy no ponen mi teleserie favorita, saldré a pasear, hace un buen día pensó. Mrs Northgate es adicta a una serie de televisión y a hacer calceta, tiene el pelo blanco y largo, pero siempre lo lleva recogido con un moño. Le gusta toda prenda de vestir con estampado de cuadritos y las botas de lluvia, añora a su marido y se emociona cuando reconoce por la calle a los amigos de sus hijos. Una vez por semana, una sola vez por semana,  va al parque que hay tras la biblioteca a tomar el sol y a sacar a pasear a su mascota. Ese era el día.

Afortunadamente hacemos dos descansos, uno de ellos es innecesario para los no fumadores, quince minutos por lo general bastante largos si no tienes con quién hablar, y la verdad que la pieza de fruta me la puedo comer mientras me dan clase. El segundo es un descanso para comer, casi una hora, generalmente desde las 12.45, si hace buen tiempo me voy al parque que hay detrás de la biblioteca y el centro social a tumbarme en una pequeña duna mientras me como un sandwich de queso cheddar, cebolla, zanahoria y mayonesa y un pequeño bocadillo de mexican chicken, no sé si es que al pollo lo crían en México o si es que como pica un poco les recuerda al Chili con Carne. El caso es que este día del que hablo estoy ahí tumbado, con los ojos semicerrados, a veces oigo ruidos y los abro con estrépito para descubrir que no pasa nada, que son mis miedos golpeando la puerta. De tantas veces que los he abierto decido reclinarme y observo que la señora de enfrente, con quien ya he coincidido alguna vez más en este mismo parque, lleva los últimos quince minutos mirando fijamente a un seto.

La señora de enfrente es Mrs Northgate, pero yo aún no lo sé. Debe estar loca pienso. En un momento dado aparace otro vecino con un perro, le suelta la correa y el perro corre como loco y sin destino fijo por todo el parque, pero de repente se para, ha olido algo y sale como un rayo hacia Mrs Northgate, ladra, jadea, mueve el rabo como un julajó, y se precipita contra una piedra que hay precisamente en el arbusto al que mira Mrs Northgate. El dueño del perro ata en corto a su mascota y habla con la señora. No puedo oirlos. El señor y su can se marchan tan contentos del parque mientras habla uno con el otro, mientras ladra el otro con el uno.

Siento que debo prestar atención  a esa piedra que hay allí donde Mrs Northgate clava su mirada. Tardo poco en percibir que la piedra se mueve y que si la lógica sirve de algo no debe de ser una piedra ese objeto que se mueve lentamente. Como soy escéptico y no llevo las gafas me acerco  lo suficiente hasta que no puedo creer lo que estoy viendo: la hija primogénita del galápago de Churchill, ahí mismo, en el pueblo de al lado y frente a mis judáicas narices. Me acerco aún más a la tortuga hasta que bruscamente, con toda la brusquedad que se le permite, se esconde en su caparazón. Miro a la señora, me presento y se presenta. Y como soy un curioso peor que bien le pregunto por su mascota. Al parecer era de su marido, el difunto Mr Northgate quien pasó a mejor vida hacía ya cuarenta años, sus hijos no se querían ocupar de ella, tampoco de la tortuga. Eso es lo que creo que debí entender, porque para mis oidos sus palabras dijeron que una mañana apareció muerto Mr Northgate en el jardín trasero de su casa, entre los tomates y acedias que cultivaba desde que compraron la casa, los enfermeros con ayuda de la policia retiraron el cadáver esa misma mañana. Una vez se hubieron ido Mrs Northgate fue de nuevo entre tomates y acedias y cual fue su sorpresa cuando vió que una piedra se movía, la agarró con las dos manos y brotaron cuatro patas y una cabeza.

Volví a hablar con Mrs Northgate, Susan para los amigos, y me contó más cosas sobre Pickle, que así se llamaba el galápago. Desmontó de una tacada la invención de mi traducción con una foto de Mr Northgate con Pickle cuando el difunto tenía alrededor de unos 10 años. 

Por el tamaño de Pickle y según Internet podría alcanzar ya casi los ochenta años de edad. Pensé en Churchill y la nueva biblia del conocimiento me dice que el bueno de Winston tenía un loro y no un galápago. ¿De dónde me habré sacado yo esa historia? ¿Y esta otra?

sábado, 19 de junio de 2010

Hablando con Romeo Sauquillo II

Era evidente que Romeo Saquillo conocía perfectamente el por qué de aquella disputa que no hacía tanto tiempo que había comenzado, pero saltaba a la vista que sabía cómo contar historias, de ahí que se le respetasen todas las licencias literarias a la hora de tratar de desubicar a sus atentos oyentes. Poco importaba que no diese explicaciones de asuntos realmente importantes. Aquél día rompimos nuestra sociedad, repartimos las tierras y el ganado, los hombres eligieron quien quería que fuese su único patrón. Hasta entonces habíamos funcionado bien, según habían decidido los viejos, lo acatamos sin problemas, pinche, si a ellos les funcionó por qué no lo iba a hacer con nosotros. Pues porque ese hijo de mil putas había matado a mi hermano... Ese pinche huevón estaba enamorado de su hermanita y no podía soportar que fuese a huir con Romancito.

Tardamos muchos meses en encontrar el cuerpo, fueron duros meses hostigando a sus hombres, pero al final uno cantó y pudimos encontrar el cadáver en un pozo inútil a cuarenta millas al norte de Cuatrociénagas, con tres disparos en la espalda y con el sexo arrancado... el muy cobarde, el muy puto... mi hermano era sesenta veces más hombre que él, que no tenía los huevos de matarle mirándole a la cara. Nos costó entender el por qué de esa atroz mutilación. Fue imposible hasta que no apareció la sumisa Rosalina de vuelta y en estado.

Aquí donde me ve, un hombre rudo, una bestia ¿no es cierto? Tengo mi astucia también, gachupín, no hay hombre más astuto y capaz que yo en todo el valle. Así que no fue difícil comprender que el padre de la criatura que Rosalina engordaba en su vientre era semilla de mi hermanito. Pero no fuimos alocados, mi cuate, supimos esperar, la guerra estaba declarada pero para el golpe final debíamos aguardar el momento preciso. Todo llega con paciencia, eso es seguro. Y el Diosito y nuestro señor Jesucristo estaban de nuestro lado.

Señor
interrumpió un hombre gritando desde lejos discúlpeme, señor acertó a decir entre jadeos cuando le dieron permiso para acercarse Han visto hombres de Sorano acercándose por el sur. Sauquillo se levantó, esputó al suelo un lapo negro y dijo con sangre en los ojos ¿Cuántos? No más de diez, señor contestó el hombre Vigilen todas las entradas al valle, no queremos que vuelvan a entrar. Y abran fuego si es necesario. Señor, si me disculpa la intromisión dijo Serra que se sentaba a mi lado derecho quizá sean desertores que se una a nuestra causa. No quiero más traidores en mis filas eructó el líder. Habían adoptado un lenguaje castrista, la guerra se les había metido en las venas y fluía como un río sin caudal fijo.

Parece gachupín que no podré terminar de contarle la historia hoy, aunque imagino que se hace una idea de cómo han ido transcurriendo los hechos Me dijo clavándome esos ojos llenos de odio. Sí, puedo imaginarlo, sólo déjeme hacerle una pregunta Asintió ¿quién cantó? Dándose la vuelta susurró Quizá el hombre de su derecha le pueda explicar mejor que yo ese asunto ¿verdad, Serra? y miró a Serra esbozando una leve sonrisa que le perdonaba la vida.

Hablando con Romeo Sauquillo

Hace ya muchos años que empezó todo, gachupín, tantos que ya no recuerdo cómo... pero sigo teniendo muy presente el por qué. Es una lástima que usted se haya visto envuelto en tremendo quilombo, mi cuate, pero ya que está acá trataremos de que sea una pieza importante en todo esto. Le guste o no. Y entonces mi corazón se alborotó como un solo de batería de Keith Moon. Decía que fue hace muchos años, sin embargo no viene de antes de los españoles. El padre de Sorano y mi difunto papá fueron purititos compadres. Hicieron juntos un capitalcito asaltando todas y cada una de las diligencias que venían de Monterrey hacia los bancos de los gringos durante un año. No les apresaron nunca, ni modos, no tenían lo que había que tener para ser machos. Les fue más fácil buscar otra ruta... o quizá retuvieron toda la plata en la capital. No lo sé.

Ese pinche puto y yo crecimos juntos, nuestras familias eran las únicas que vivían en este valle, mis papis, mi hermanito y yo, el viejo Sorano y su señora, Raúl, y la linda Rosalina, su hermana. No hubo problemas hasta que nos hicimos grandes. Mi hermanito, el dulce Romancito pretendía a Rosalina en la distancia desde que eran muy críos, era un amor puro, gachupín, él le amaba con toda el alma, fíjese que un día le encontré un verso que había escrito, mi hermanito como un afeminado haciendo versos... mi dulce hermanito... Quisiera tocar tus labios, morder su carne, mas sólo con verlos de lejos me vale. ¿No es tierno? Asentí con la cabeza ligeramente, con miedo a hablar e interrumpir. Al parecer estuvieron viéndose a escóndidas durante un tiempo y tenían pensado huir al norte. Y digo al parecer porque nunca hubo constancia de eso. Pendejadas, imagino. Quisieran o no, no pudieron hacerlo, no les dejaron... no les dejó ese cobarde...

Un día mi hermanito desapareció y fuí en busca de Rosalina y de Raúl, tenía que comprobar que habían huido juntos, si al fin lo habían hecho. Sorano me recibió de malos modos, apenitas me dejó pisar su casa y pedía que me fuese de allá. Decía que también extrañaba a su hermanita desde hacía un tiempo ¿No te parece raro Raúl? Le pregunté ¿No se habrán marchado juntos? Mi hermana es lo suficiente mujer como para irse con la niñita de tu hermano... Me gritó... Pero si estás en lo cierto y les agarro juntos te juro que mato a esos dos pendejos. Y me echó de su casa.

A los días volví por los alrededores y la casa estaba cerrada, parecía que estuviera vacía. Por un tiempo estuve merodeando por allá. Hasta que un día ví movimiento en una habitación, tras las cortinas. Así que volví por la noche y una minúscula luz como de candil brillaba en la misma piecita minúscula de la segunda plata. Presa de la rabia irrumpí en la casa. Allí mismo encontré a los dos hermanos, en silencio, bajo unas frazadas gruesas, temblando.

lunes, 14 de junio de 2010

17 (seventeen).

Sometimes this island looks like a massive and green Ruffle Chip floating like a rubber ring in the middle of a freezing water bowl. At other times it seems like cracked, reddish roof tiles. It's just my opinion, my feeling, but maybe I'm wrong.

viernes, 11 de junio de 2010

football, fútbol, balompié

Corría el año 1986 y debía hacer tanto o más calor que un año antes o después. Aún no se calculaba en campos de fútbol pero el balón ya era el astro rey rodando en el cielo vistiendo los colores de las palomas. Una ola refrescante invadía bares, salones y cuartos de estar en muchos de los países del mundo, parroquianos dejándose los ojos reunidos al calor de un televisor. Mi vecino, Dani, tenía un Azteca con el que dí mas patadas al aire que a gol, sin correr, lamiendo una línea de cal imaginaria entre una palmera y un farol, al más puro estilo Julito Salinas o Manolo, con todos los respetos. Sin lugar a dudas iba para estrella. En realidad lo soñaba sentado en primera fila, en el suelo, como un budha delante de la mesita donde el padre de Dani apoyaba los pies cada noche para ver la película después de un duro día de trabajo. No recuerdo la cara de Dani y mucho menos a su padre pero allí estaba yo, aquella tarde de un mes de Junio, con los ojos como platos viendo un partido desde el Estadio Corregidora de Querétaro, vistiendo mi camiseta roja, soñando que algún día sería ese tipo rubio que daba una triste palmadita y levantaba su brazo derecho cada vez que metía cada uno de los cuatro goles que hizo aquella tarde. Un Buitre sobrevoló aquél campo buscando los cadáveres futbolísticos en que se habían convertido grandísimos jugadores como Laudrup o Morten Olsen.

Si me hablan de fútbol, ese es el primer recuerdo que tengo. Quizá sea el primero que quiero tener, para borrar aquél penalti que falló Eloy Olalla ante los belgas días después. Eso estoy seguro que lo recuerdo. Pese a que poca gente tenga recuerdos de tan corta edad.

Si te hablo de fútbol es porque mañana empieza el Mundial en Sudáfrica y llevo dos años esperando a que el balón empiece a rodar. Es porque, sin la petulancia de Valdano ni la arrogancia de quienes toman los periódicos deportivos como biblias del nuevo siglo, considero que hay futboleros inteligentes, y que sin ser una ciencia es un tema de conversación universal. Todo el mundo puede hablar de fútbol, pese a que no todos los que hablan de fútbol sepan leer el partido que están viendo. Son pocos los que entienden por qué Xavi vuelve a tocar atrás o Torres corre como alma que lleva el diablo en dirección a ninguna parte aún a sabiendas de que Xabi Alonso o Cesc no le va a enviar un balón por servicio postal a su bota derecha. Pocos reconocen que Iniesta es mejor y más útil, aunque más feo y con peor color, que el portugués Cristiano Ronaldo. Porque el fútbol es como todo, nos quedamos con el ruido porque es lo fácil, dejar caer la baba ante un caño, un taquito, una chilena, las mil y una bicicletas de Robinho. Nadie sabía lo que luchaba Beckham hasta que llegó al Madrid, nadie lo sabía porque en la Premier todos corren lo que él corría, pero nos quedamos con el juego vertical y porque lo dicen los periodistas. Como en todo también necesitamos que piensen por nosotros.

No voy a defender que el fútbol sea materia obligatoria en la escuela, creo que hay otros deportes de equipo como el baloncesto que fomentan mucho más el compromiso con tus semejantes, pero este se debe al mal que la prensa deportiva le hace a este deporte, ensalzando a estrellas individuales, Messi es increible, es buenísimo, lleva la pelota pegadita al pie como si fuera una prolongación sorteando adversarios como lo hacía el Pelusa, pero sólo no puede ganar nada, necesita del compromiso de los demás. No pretendo hacerme el erudito con un tema tan banal como el balompié, a estas letras me remito, no digo nada que no hayas oído decir entre cañas, servilletas en el suelo y olor a fritanga.

Después vino Michel y sus Me lo merezco moviéndose en la barrera, Tassoti y la nariz de Luis Enrique, el bueno de Zubizarreta jugando a Pichichi, el gandul de Al Gandur, y el No sabemos de competir de El sabio de Hortaleza después de ver a Ribery corriendo por la banda. No sé qué pasará esta vez, no sé si Casillas alzará la copa dentro de un mes o si será Gerrard, Cannavaro, Mascherano... lo único que sé es que se viene la Copa del Mundo. Empieza el Mundial. Disfrútenlo o huyan a un lugar muy, muy apartado.

Santa Maradona

lunes, 31 de mayo de 2010

no era lo que prometí

Cuando se despidió de mí me dijo Escríbeme un cuento pero soy incapaz. Hace unos meses traté de hacerlo pero esto fue lo que salió, algo parecido a una carta de amor sin amor, una carta de amistad:

Como si sus pies fueran dos baquetas aporreando la piel de un tambor de moqueta ascendía trescientas treinta y tres veces cada tarde hacia su habitación. En ocasiones tocaba mi puerta, las menos de ellas con violencia y la mayoría con educación esperaba oir mi tímida voz desde dentro, absorto en mis oníricos pensamientos, helicoidales ideas ensortijadas como enredaderas que suben hacia mi ventana. Otras veces, sin embargo, pensaba en ella, quien quiera que fuera ella. Pero las más de las veces, después del tamborileo, cuando de verdad deseaba que tirara abajo de un golpe el muro que nos separaba, apenas podía percibir las yemas de sus dedos rozando timoratas la madera fronteriza entre su vida y la mía.
La primera vez que la ví no tenía piernas, era sólo una cara morena y sonriente en una foto de carné. No es tan linda pensé para mis adentros no fuera ser que pensaran que estaba loco o tuerto.
En la segunda ocasión me recuerdo lavando las tazas de té. Hola ¿cómo estás? Dos besos y me escondí en mi cuello. Yo ya sabía (hacía mucho tiempo) tres cosas de ella. Sabía hablar castellano, era vegetariana y tenía novio. Aún así me escondí.
Y me escondí tanto que la tercera vez, como un feto bajo unas tripas de tela, me refugié de mis miedos y fue ella quien vino a insuflarme valor. Y así nos hicimos amigos.
Al principio me encantó que estaba loca, que sonreía y jugaba con sus pequeñas manos en el aire si alguna pena le abordaba en el camino para pedirle diez peniques (en ocasiones importa más el miedo que el valor del dinero). Me encandiló después su inteligencia. Tenía siempre en sus carnosos labios la palabra exacta que yo desconocía, la idea oculta brotando de sus poros. Y me venció, me dejó en el barro de mi ego tirándome excrementos al oído. Eran demasiadas flores para este cerdo que hoy le escribe.

Cuando se marchó me dí cuenta de muchas cosas. No pude seguir con esto, no era lo que prometí. Cuando se marchó entendí la importancia de las amigas en mi vida. Hoy me decido a colgar esta entrada en homenaje a ella y a todas las amigas que tuve, tengo y tendré. No hacen falta nombres.
Eternamente agradecido.


domingo, 30 de mayo de 2010

hay amantes

hay amantes que se quieren diez minutos
y ensucian sus espaldas con abrazos
obviando sus olores primigenios

hay amantes desolados, solitarios
que se acuestan a la sombra en cada parque
y se fingen infelices como esfinges

hay amantes
a menudo los encuentro
hay mujeres amadoras que me ignoran
y caminan a mi espalda entre risas
(y no me importa)

jueves, 27 de mayo de 2010

primavera

Primavera es Lorenzo incordiando cada mañana desde las 06.30. Es ducha fría incluso si vives en un bosque y no hay quien te caliente. Primavera es polen flotando en el ambiente imitando a los copos de nieve que se añoran. Primavera es Lorenzo pegajoso en el cogote ¡media vuelta! Primavera es Lorenzo hiriente en el pecho y en la frente. Es desear un té frío a las once. Es ensalada para comer, es gazpacho, porra antequerana con boquerones o filetes rusos y agua tan fría como le gustaba a la tía Paquita. Primavera es un café solo con dos hielos. Es la siesta que no me echo. Primavera es olores, colores, luz, y cervecitas al sol del que se esconden los cangrejos. Primavera es renacer y deshacerse. Es repeinarse con agua y sin cepillo, es afeitarse las barbas. Primavera es primavera, es trompetas en la lejanía, es fotografías naranjas de birbam, es silencio antagónico, es apologético himno al goce, al disfrute, a la desfloración que vendrá. Es desnacer y rehacer.

Primavera fue más horas de luz para jugar al fútbol en la calle. Fue desenfundar las pistolas de agua. Fue largos baños, patito de goma y transbordador soviético. Primavera fue calabazas veraniegas y tirarle piedras a las ventanas. Primavera fue los primeros versos. Primavera fue los primeros besos y jugar a ser novios. Primavera fue un silencio ineludible, diluible, incomprensible, irremediable, irrompible, impenetrable, incorregible.

Primavera es soñar despierto con mujeres. Es no dormir con ellas. Es tardío atardecer naranja demasiado tarde. Primavera es el penúltimo paso para decir adiós. Es abstemia. Es no querer trabajar, no querer escribir ¿Se nota, no? Evidentemente que se nota. 

martes, 18 de mayo de 2010

Salieron a volar las herraduras.

Salieron a volar las herraduras para quedarse en el cielo como un brochazo en el techo ¿Qué dices? ¿Salió... quién? Sí, tío, eso que haces con el Coso, la movida esa, la del ordenador... que escibís ahí... tío... Vale, vale, sí, el blog ¿Qué pasa con eso, tío? Nada, tío, que ahí te he tirao una sentencia de esas ¿no? ¿Qué te parece? Te la regalo ¡Ah, muy bien! Gracias, hombre.
Alcohol como fuente de recurso literario. Podría haber buscado la inspiracion en otro lado. Es habitual en mi visita a ciudades algunos de sus bares, monumentos los ví en portales, soy asi de triste ¿Por qué cambiar? me cuestiono. Ya no me importa nada, no me importa todo Suena Doble V y con la canción me voy a pedir una copita Ahora vuelvo digo.

No, macho, no. Que no puede ser. Como te lo digo, Cataratas. Oye Boa, que estaba hablando contigo, tio ¿Dónde te metes? Trae ese Ron de vuelta acá. Coño, déjate de cantar, escúchame ¿Qué pasa, que no te ha gustado? No, hombre ¡eh! Es que no me he quedado con ello, repite, tio, por favor. Salieron a volar las herraduras para quedarse en el cielo como un brochazo en el techo. ¿Qué? ¡Está chula! ¿Que no? Sí, tío, está bien, un poco difusa pero... está bien. ¿Qué, entonces la pones? ¿Dónde? ¿Dónde va a ser? En el blog ese ¡Joder! Que estás empanao ¿Boa, tú estás bien? Macho, es que yo lo flipo contigo, tío. ¡Eh, no, no, estoy bien! Es un poco difusa ¿no? Quicir que está chachi, está currada, a ver si me entiendes, pero es que... ¿Por dónde vas? Joder, pues, está ahí, eh... es como poético porque habla de algo que... no sé... que es como de esclavitud ¿No? Y sale a volar y se quedan ahí en el cielo, con las estrellas tío, como manchas de pintura en el techo tío ¿Pillas? Y luego tiene su punto crudo y tal. De lo cotidiano, tío, del día a día, veinticuatro horas con la brochita ahí, que son muchas horas también y... Sí, sí, está guapo y te viene bien sí. Pero no tiene un hilo... lógico, no sé cómo decir, tronco... son dos ideas distintas, no sé, si dijeses Salieron a volar las herraduras como mariposas, no sé, o Las estrellas son un brochazo de un mal pintor. No sé, son una mierda pero tienen más sentido ¿No?

Y estos tampoco se lo creen. ¡Joder, Cataratas! Mira que eres incrédulo y pesado ¡Tu madre! Si te lo he contado es porque es verdad, coño, que me lo ha dicho Andrés. Pero que no puede ser, que esa chica se marchó hace mucho del barrio. ¿Y no te fuiste tú y seguimos teniendo contacto contigo? Que somos garbanzos tío y birbam es un cocido. Pero... que no tiene que ver, que esa chica se fue a vivir a tomar por culo de aquí, a las Baleares, creo, o algo así. Mira que me la suda que te lo creas o no, payaso. Tú sí que eres bobo, pringao. Venga, pídete otra, que luego saco pasta.

Este es Mario Güemes, pero le llamamos Marino porque da resaca.
Beep Beep. 15: 34. Marino: Salieron a volar las herraduras como fuegos de artificio explotando en el cielo.
Beep Beep. 15:48. Boabdil: Eso ya esta mejor, sí.
Beep Beep. 15:50. Marino: ¿Entonces la pondrás?










miércoles, 5 de mayo de 2010

yo no quiero

yo no quiero ni perlas ni coronas
no quiero ver mis dedos poblados de anillos con rubíes
no los quiero
no son para mí los trajes caros
ni los viajes transoceánicos en barcos con piscina
y daikiris a la sombra

no me interesa respirar el aire puro de una mansión en el centro de birbam

yo no quiero dejar de usar las manos para limpiarme la frente de sudor
y mancharla con astillas, no lo quiero, no
no es para mí vestirme de pingüino, impostar la voz
beber champán francés para desayunar, disimular que sé leer

no necesito inventar anécdotas con condes, faranduleros, botarates
toreros de oficina y bigotitos elegantes acentuando sus bocas
subrayando sus narices

es, probablemente, la única manera que conocen para darse importancia

y aun menos tengo la necesidad
de hincharme los labios o implantarme cabello
estrechar mi estómago
derrrumbar mi nariz

sólo quiero levantarme temprano
reflejarme en el espejo
y sentirte retozando entre sábanas
a mi espalda
en mi cama

domingo, 25 de abril de 2010

Vicky

No era algo que sucediese con mucha asiduidad. Lo reconozco. Pero en determinadas ocasiones ocurría. Y entonces a todos nos parecía que estuviésemos o viviendo en un sueño o muriendo lentamente, embaucados por una dulce agonía empalagosamente diseñada para unos críos que se colocaban con el helio de los globos. Para ser exactos fue en tres ocasiones que alguna de las niñas de clase se dignó a acercarse al descampado donde nos juntábamos a imaginarnos peligrosísimos macarras, mafiosos ítaloamericanos que habíamos visto en el viejo cine del barrio de la mano de nuestros abuelos, cansados de jugar al fútbol, derrotados, hundidos, sumidos en un sudor pegajoso. Tal era la confianza que le teníamos a los poderes curativos de ciertos refrescos con gas que solíamos empaparnos con ellos las cabezas Mi pae ma dicho que el agua de aquí no zepué de beber dijo muy convincente Andrés Herrera.
Tres, fueron tres, las niñas que se atrevieron a acercarse cuando éramos niños todavía y los pelos no se atrevían a escapar por debajo de la camiseta. Aunque la mayoría de nosotros luciésemos blandurrios mostachos preadolescentes de tiernos pelos maleables haciéndole sombra a unas narices que no cesaban de crecer. Entonces nos peleábamos por ellas, y nos poníamos muy tontos, cantábamos, imitábamos a los cómicos de la tele, o nos marchábamos muy, muy lejos a darle patadas a un balón. Cada uno trataba de llamar la atención a su manera.
Mariví Soldevilla Peralta, Mejunja, fue una de ellas. Tenía unos ojos de un profundísimo color verde que guiñaba dos veces al unísono un segundo antes de empezar a hablar, aquel detalle provocaba que todos callásemos y prestásemos más atención que viendo el video que un día Sir Walter había encontrado entre las cosas de su hermano mayor en el que durante un segundo se le podía ver un pezón a Sabrina Salerno en el programa que despedía el año aquella nochevieja de 1987. Tenía Mejunja la piel canela y unos labios gruesos. Su boca estaba siempre abierta, bien porque reía o bien porque no paraba de hablar. Era la niña más lista de la clase pero no era la que más estudiaba, trataba de no resaltar nunca, le gustaba la clase de religión, pero no la de gimnasia donde solía llorar porque había que saltar el potro y era incapaz. Y es que Mejunja era paticorta.
Hasta que ella se acercó al descampado no entendíamos porque las niñas no jugaban al fútbol como nosotros, porque no les divertía tirarse piedras o huevos, liarse a palazos entre ellas, escalar un muro, hurgarse el sexo en público por debajo del pantalón. Tal era la sabiduría de esta niña, hablaba de tal manera sobre asuntos que en nuestras pueriles mentes no tenían cabida, que uno de nosotros un día no pudo reprimir abrir su corazón y declararle el arrollador amor que sentía. Craso error, ya que a partir de aquél día Mejunja no volvió a aparecer por allí, seguía yendo al colegio pero no volvió a hablar con él jamás. Seguía manteniendo una relación normal con el coso, con Afano y con Andrés, incluso hablaba conmigo aunque fuese sólo para pedirme prestada la goma de borrar. Al poco Mejunja dejó de ser Mejunja y empezó a ir con niños más mayores, a ir de paseo en la moto de los macarras profesionales del barrio, a fumar, a hacer pellas, y así lentamente fue desapareciendo. Afano decía que la había visto en tal o cual lugar, y que al menos una vez al mes se acercaba a verle al bar de su padre y a tratar de que le invitase a un cerveza.
El romeo en cuestión era Irineo. Yo no quiero tirar balones fuera, no quiero decir que ella fuera la culpable del cambio de actitud del bueno de Iri, todos tenemos parte de culpa, pero me consta que él tardó mucho tiempo en olvidarla.
El otro día Andrés volvió de la boda de Irineo con la memoria de la cámara fotográfica cargadita de fotos de todas las mujeres guapas que nos habíamos perdido por cruzarnos de calle cuando éramos niños y nos encontrábamos con Iri. Tuve que ver todas y cada una de las fotos mal enfocadas de aquellas muchachas. Pero bueno Andrés ¿es que no tienes ni una foto de los novios? Le pregunté. Claro que zí, tranquilo, ejque ejtán al prinsipio y he empezau po el final. ¡Joé, cómo eres! Me eructó. En las primeras no se les podía ver bien, fotografías borrosas o apuntando a los tobillos, arte lo llamaba Andrés. Y de repente allí estaba la feliz pareja. Iri está ahora algo más calvo que la última vez que le ví, pero mantiene un porte elegante y no dudo que muchas mujeres le definan como un hombre atractivo. Ella es una preciosa mujer morena con unos inmensos ojos verdes ¡Ella es ella! Espeté. Zí, eh Mejunja otra veh, pero... ahora prefiere que la llamen Vicky.

viernes, 23 de abril de 2010

16.

Tengo las manos tan secas que hasta las huellas se están borrando.

martes, 20 de abril de 2010

charlando frente al espejo de Alicia

El pasado 14 de abril, además de cumplirse el 79 aniversario de la proclamación de la II República Española, se cumplió un año de mi primera entrada, habla el coso, en este proyecto que con mi amigo Boabdil decidimos llamar el coso bipolar. Para celebrarlo nos decidimos por chatear, con ausencia de buen vino, en una de esas redes sociales cuyo nombre recuerdo pero que más nos valdría olvidar, a todos. Decidimos que la fecha de publicación se alargaría hasta el 20 de abril, cumpliéndose veinte años de la carta-canción de Celtas Cortos que tantas veces cantamos y silbamos por las calles de birbam en nuestra adolescencia.

He copiado en cursiva sus palabras y he dejado rectas las mías por el simple hecho de que yo soy el encargado de transcribir aquella conversación sin intención literaria. El texto ha sido manipulado descaradamente, y se han eliminado ciertas anotaciones que destapaban velos necesarios. Todo de mutuo acuerdo. Ni está todo lo se dijo ni todo lo que se dijo puede estar:

Me gustan las palabras, me excitan, me inspiran confianza hasta los insultos, reniego de halagos y palmaditas en la espalda. Me emociono cuando el sol se esconde entre las nubes y espero atento a que vuelva a surgir como un inocente cucú tras. Me revientan las salas de espera y el olor a cerrado del interior de los coches. Aborrezco todo medio de transporte que no sea el tren o el barco, por románticos. Auténticos caballos de acero humeantes ¡qué carajo! Me excito con la máquina de vapor.

Pues yo prefiero el polvo del desierto violándome los ojos. Me gusta pasear por las noches por las estrechas calles de birbam, pararme en una esquina a mirar a la luna chorreando sudor sobre los tejados, encontrarme en lugares insospechados a mis amigos, los bares con palillos y servilletas en el suelo... Me intrigan las espaldas y las corvas femeninas, me dejo acariciar desde lo lejos, con soplos violentos en el cogote. Me pirro por los puntos suspensivos.

A mí también me gustan esos bares, Boabdil, añoro los aperitivos callejeros, las calles en cuesta de birbam, añoro birbam... y Buenos Aires, por supuesto. 

Pero yo lo que quiero son veranos de franela entre sus pechos, quiero atardeceres ausentes de poliuretano, quiero porra antequerana y boquerones fritos cada día, mezclar la samba y la música celta, despertar sin darme cuenta, y dormirme como quien apaga un televisor. Pero daria la vida por...

No, Boa, no la darías, te la robarán un día.

¿Y quién sabe? Si lo que yo de verdad quiero cabe en un zapato, me vale con un grano de arena para tener la playa, con un pellizco de sal para tener el mar. Mi vida se desvanece en cada palabra que escribo.

Yo, sin embargo, pierdo fuelle cada vez que hablo. Me inquietan las ideas de los demás, sobre todo las que no comparto. Me cabrea sentir que quien habla debería callar y que los más sabios no dicen nada, que esperan su turno sin molestar, que aprenden sin enseñar.

¡Ja, ja! A veces sí que coincidimos. Me molesta que te calles, que decidieses callar un día, que le pongas muros a tu cuerpo, que te indignes, te cabrees, te irrites y luego calles otra vez... ¡Qué nada se arregla si no se habla! ¡Qué hay que romper las reglas para ser más libres! Escribirlas primero, que queden bonitas y después... desgarrarlas con los dientes y destrozarlas en el estómago.

Pero, a veces, las reglas son necesarias. Tenía sentido no identificarnos. He entendido, con el tiempo y unas cuantas charlas, que quién se equivocó aquí fuí yo... sí, lo repito, fuí yo quien reveló mi nombre. Pero ya fue, boludo, no da. A mí tampoco me gustan cosas de ti, y me las callo.

Ese es el problema.

Está bien, hincha pelotas, me irrita que no termines lo que empiezas, que abandones tus cosas desperdigadas por el suelo, que no encolerices por nada, que seas un frío témpano adormecido, que te pegues cabezadas contra la pared en la soledad de tu habitación. Que hables de los demás y nunca de ti. Tu obsesión por la salsa de tomate. Tu vagueza, tu mentón elevado, tu mirada perdida.

Bueno ¿qué? ¿Te sientes mejor?

Pues sí, pero espera, envidio las nubes en tu cabeza, las realidades que escondes en tus bolsillos, que no le tengas miedo a los relojes de arena, que sonrías porque sí y que vagues por birbam por la noche con cara de pena cuando rascándote la piel no se encuentra un mísero atisbo de ella.

Oye, a mí me desagrada que rimes sin quererlo, que no digas adiós, y que me des un abrazo al saludar.

El frío siempre tiene solución.

Pues a mí que me den tres mantas. Ya sabes que me cuesta olvidar lo malo, que el frío se me cuela en los huesos en verano y que nunca pierdo mi bufanda. En fin que me quedo sin saber a dónde vamos, que un año no es nada y apenas pica en las consciencias, que te mojes como el otro día alguna vez, ya sabes que a mí esos temas me resbalan y que si quieres podemos reelaborar las reglas que redactamos.

Sí, quizá deberíamos incluso publicarla.

Eso lo dejo en tu mano, coso, tú mandas. No te parece que a veces estamos los dos sentados frente a un espejo, que nos miramos, nos tocamos con cuidado, nos investigamos, nos reimos las gracias pero que no nos fiamos.

Absolutamente. Es como ser Alicia. Un par de Alicias timoratas y desconfiadas, ninguno de los dos atravesariamos el espejo. No hay huevos.

En fín, esto nos llevaría a una conversación más larga, sin nocturnidad, mucho más elaborada y qué quieres que te diga yo para eso no estoy hoy. Pues eso, que te mando un abrazo, que espero verte pronto, que los suelos de palillos y servilletas extrañan las pisadas de tus botas.

Amigo, te mando un abrazo estrangulador. Nos vemos pronto. Take care.