jueves, 31 de diciembre de 2009

tan rícamente

Normalmente reina el silencio y si alguien habla aprovecha para callar entre canción y canción, algunos llevan incorporado el ritmo natural que les dicta la música y se mueven sin saberlo como olas persiguiendo a la luna, otros bailan sentados, aporreando la mesa al ritmo de dos canciones más atrás, no falta quien dormite, quien duermevelee, quien parezca un precioso cadáver joven de eterna sonrisa; hay unos que bostezan sin descanso ni piedad junto a un tipo que mira desafiante a la pared, habrá unas chicas descalzas repanchingadas en un sillón, pisoteando carmín y corazones de plástico; quizá unos jueguen a las damas más allá, en lo oscuro, alguién andará leyendo un libro en la barra, frente al camarero, ignorándole; hay uno con aspecto juvenil al que le pide que se identifique la chica de la barra, otro, deliberadamente más joven, le fotografía y se ríe del primero; siempre hay un momento para que suene una canción de Bob Marley mientras una nueva legión se adentra y empieza a ahumarse, tan rícamente, en un cofi en Amsterdam.

el mar tiembla



No le pregunten al mar por qué los ojos de una mujer
de ojos negros son tan extraños y perdidos.
Los subterráneos. Jack Kerouac.

el mar tiembla
si en la orilla
alguien espera con ojos melancólicos
una respuesta

si alguien le mira y amenaza
con quitarse la vida

el mar no tiene palabras
aunque nunca calle

el mar no tiene respuestas
aunque todo lo sabe

martes, 29 de diciembre de 2009

7.

Aunque al mar eche botellas nunca llegan mis mensajes.

jueves, 24 de diciembre de 2009

6.

- Sorry about the weather.
- Don't worry, mate! There is a lovely sky behind the clouds.

martes, 22 de diciembre de 2009

Me cago en easyjet (Feliz Navidad).

Esta vez me voy a saltar las reglas. Para eso estan. Lo unico que no me gusta es tener que hacerlo sin acentos y huyendo de las enies. No me voy a imponer un estilo pues simplemente quiero eructar en la cara del propietario de Easyjet, pero me temo que no tendre nunca ese gusto. Ademas yo queria hablar de otra cosa que me hierve la sangre, que me tiene la cabeza y el alma donde deberia haber estado mi cuerpo, en birbam.
Ayer fue un dia horrible, no fue el peor de mi vida porque existe el sabado pasado. Te cuento: Salgo de casa a las 3 de la tarde, esta nevando, y espero hasta las cuatro menos diez para que no pase el autobus que me tiene que llevar a Southampton, a las cuatro y diez sale mi tren hacia Gatwick y si no lo cojo no voy a llegar a Gatwick a tiempo para ir a birbam. Por suerte un alma caritativa con nombre y apellido que no pienso rebelar me acerca a la capital y llego a la estacion con tres minutos de ventaja, pero... oh, sopresa! Han cancelado el tren. Asi que espero al siguiente que sale a y media, este va casi hasta Londres, y tengo que hacer un transbordo, si en Clapham Junction espero diez minutos la puerta de embarque va a estar cerrada. Este es el unico momento del dia en que la diosa fortuna me sonrie, el tren va como una bala y en hora y media estamos en Clapham Junction, y cuando llego en solo tres minutos va a llegar el tren que necesito tomar. Pero el maquinista decide para diez minutos en tierra de nadie por alguna razon que se me escapa y no discuto. Llegamos a Gatwick y corro sorteando manantiales de gentes hacia la puerta de embarque pero... no me dejan pasar. La maldita Easyjet, eso de easy se lo pueden meter en el ojete con una cuchara sopera, ha cancelado todos sus vuelos por culpa del temporal, supongo. Me dan una hojita inutil, la direccion de la pagina web ya me la conozco yo, y muy pocas pistas. Y si me las dan no me entero porque en mi cabeza solo ronda una pregunta Donde esta el hijoputa que...? y la reina? Vale, vale, son dos preguntas, pero es que las queria acompaniar con un sonoro eructo. Me quedo sin saldo en el movil y sin bateria en el portatil. Llamo a casa todo esta bien, lo unico es que no se cuando llegare. Como sera mi gepeto que unos periodistas me quieren hacer una entrevista.
Por fin contacto con una amiga inglesa y me puedo ir a dormir a algun sitio, ella me puede ayudar a conseguir otro vuelo porque yo... yo no se pensar, estoy desbordado.
Respiro, respiro profundamente, no puedo hacer otra cosa porque no se rezar, y espero que el dia 24 no cancelen de nuevo mi viaje y pueda llegar. Y ahora, mas calmadito, dudo si llamarte Me cago en la reina, Me cago en easyjet, Maquinas quitanieves de regalo de Reyes o La incompetencia no es exclusividad de la latinidad.
Besos.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Si me ves sonreir tírame piedras.

Si me ves sonreir tírame piedras. Si me ves llorar dame la mano.
No estoy loco, aunque quisiera que me encerrárais en un tarro de mermelada de grosellas,
con pepitas silvestres y un cordón umbilical atenazándome el cogote (y el alma).

Y mi hermano canta los himnos que queríamos olvidar de niños
rezan los jipis en la plazuela.

Si me ves es porque estoy aquí delante. El primero.
Soy el tipo al que hay que disparar y, sin embargo, nadie lo hace.

Si te vas a dormir déjame un rato, con el bote de barbitúricos escupiéndose a sí mismo.

Yo me pierdo en mi ombligo y doy mil vueltas. No me invento, estoy ahí.
Soy el primero, al que hay que disparar.

Soy el primero, el que se borra.
No estoy.

Y mi hermano reza las leyes que quisimos quebrar
cantan los jipis.

Soy el que yerra,
el que te espera.
El que aguanta sin estar y no se nota.
El que se deja ver sólo por tí.

Si me ves sonreir tírame piedras,
trata de romperme los cristales.
No estoy,
alguien me habrá borrado de su vida

acaso vos me ves?
inquiero.

martes, 15 de diciembre de 2009

No, aunque, pero, sin embargo.

No te tengo enfrente de mí, tampoco lejos. No estás en ciudades universitarias, ni siquiera has pisado una guardería para recoger a un niño por casualidad, o por trabajo. No estás en canciones, no estás en libros ni en diarios. No estás y sin embargo ahí te veo, apareciendo, difuminándote, y te confundo con quien no eres, con quien no está.
No te tengo, creo que jamás te he tenido, fluías libre, por supuesto, y yo ni tenía ni quería correas con que limitarte. Eres bonita, extrañamente linda, pero no tanto como para lucirte bajo el brazo como si fueses una atracción. Pero tampoco creas que eres excepcional, lo he hablado con muchos amigos y hay alguno al que ni siquiera le gustas, creo que te aborrecen. No me lo han dicho por si acaso me ofendo, cosa que no ocurriría, cada cual es cada cual y sin embargo...
No estás. Definitivamente no estás, aunque llames por error y me lleguen cartas que no deberían llegar. Aunque me limites pronunciando mi nombre, escribiendo mi sucio nombre en papeles que prenden hogueras, aunque te arrepientas de haberme conocido y me hagas vudú en tu fría casa de Chile, aunque ignores los versos que no te escribo, aunque arañes mi cara contra paredes de esparto, aunque repartas mis lágrimas por los suelos de las zapaterías, aunque me pises el alma dibujada en un espejo, aunque no estés, aunque no te tenga frente a mí... Aunque, aunque y aunque, siempre gobiernan las adversativas.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Un nombre prohibido.

No se preocupe compadre, ya está a salvo. Raúl Sorano se levantó dando un respingo hurgándose el bulto de su sexo en los tejanos, se dió media vuelta y miró a sus camaradas con los brazos en jarra, como si en cualquier momento, preso de la rabia, fuese a desenfundar su revólver y llenarles las molleras de pólvora. Encontraremos a ese hijo de mil putas. Su voz era tan seca y tan calmada que no quedaba otra opción que tomarla en serio. Era evidente que era un hombre respetado por sus secuaces, quienes le miraban temerosos no por pavor sino por sospecha de que la revancha estaba cerca. Casi se olía el miedo en aquella cueva y, sin embargo, aquellos hombres gritaron enrabietados. Más tarde descubriría que el canguelo olía a humedad.

Sorano volvió a mirarme, clavándome en los ojos una mirada perdida, colérica, repentinamente perturbada y borracha por los bramidos de sus acólitos. Eran unos ojos negros sin fondo, encharcados en sangre, unos ojos con un solo acento sobre piel anacardo, una piel cuarteada por el sol, seca como solamente su voz podía ser. Tenía Raúl Sorano una nariz ladina, fina como una aguja de coser, una nariz-faro-orientadora, una brújula de palabras no nacidas en una boca de discretos labios e inmensas piedras amarillas. Traten de levantarle dijo a dos de sus esbirros siéntenle en aquella poltrona. Estos hombres se ocuparán de usted me dijo son buenos cuates, no se preocupe, los demás tenemos que ir a trabajar. Se despidió de mí como se despiden los tipos que no saben si volverán o no y no les inquieta. Dió media vuelta, sin más, y cuando llegaba a la puerta le grité Don Raúl con un gruñido desgarrado Yo no necesito revanchas, no busque problemas. Tranquilo, güey, no es por usted, compadre. Dijo uno de los hombres asiéndome por el brazo. Es por Raúl Sorano replicó el otro.

Oí las últimas instrucciones de Sorano a sus compinches, arengó a sus tropas con bravura. En mis delirios lo imaginaba cual Napoleón en la batalla de las pirámides montando un caballo blanco como en el cuadro de Gros. Volverían al mismo lugar donde me encontraron y desde allí hasta el pequeño poblado de Santa Catalina. Repitió en varias ocasiones un nombre que no alcancé a entender. Entonces se oyeron unos disparos y creí que la batalla había empezado ya, los caballos relincharon ferozmente, y un estruendo de taconeo sobre el tambor del desierto irrumpió en la cueva; y el paso se convirtió en trote, y el trote en galope, y el galope en silencio.

Seguramente el miedo unido al dolor me llevaron a un nuevo desmayo. Cuando desperté era de noche y los dos hombres calentaban algo en un fuego en el medio de aquella húmeda habitación. Pasaron al menos cinco minutos sin que abriese la boca o aquellos tipos me mirasen, justo hasta que involuntariamente empecé a toser. Se me acercaron con un cántaro de agua no muy fría y me dieron de beber. Mójese los labios, sólo mójelos. Cuando recuperé el aliento, caí en la cuenta, no sabía quién era el hombre que me había perforado las ancas, se lo había oído a Raúl Sorano en su perorata pero no lo había entendido. Volví a toser, esputé, y dije ¿Quién me hizo esto? Los dos compinches se miraron como queriendo que contestase el otro, como si tuviesen miedo de pronunciar un nombre, y el silencio se apoderó del ambiente hasta que el más tímido de los dos susurró Romeo Sauquillo, pero no lo nombre nunca, güey, es un nombre prohibido.

jueves, 10 de diciembre de 2009

5.

Te veo, birbam,
con tus torres haciéndole cosquillas al cielo.
Sin embargo nadie ríe.

martes, 8 de diciembre de 2009

4.

Trae el caimán los dientes afilados,
alguien se los tendrá que limar.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Raúl Sorano

Venimos buscando a Raúl Sorano dijo el que los encabezaba.
Perdone, señor, pero no sé de quién habla yo...
Por supuesto que sabe de quién estamos hablando, compadre eructó mostrando una dentadura, por llamarlo de alguna manera, trabajosamente podrida. Tenía los ojos verdes, profundamente verdes, y una mirada helada y rencorosa; la cara así como picada por la viruela o... alguna enfermedad cutánea, no sé... lucía sobre la boca un bigote muy poblado, espeso, de largos pelos que no dejaban ver el labio superior. Era un tipo enjuto pero de gran estatura, no sé si diría corpulento; aunque me dió esa impresión en ningún momento bajó de su caballo, así que me puedo confundir con facilidad; pero sí estoy seguro de que era muy alto, unas largas piernas como hilos colgaban sobre los lomos del famélico animal.
Su rasgada voz debía imponer mucho respeto a los compinches que le seguían. Tres o cuatro cuates, quizá cinco, que le jaleaban, unos tipejos escandalosamente rudos, unos perros sucios y fieles. De entre ellos reparé en que el más jovencito (prácticamente un crío) empezó a temblar cuando el cabecilla me interrumpió. Los otros me miraban tan amenazantes como el que sabía hablar.
De verdad, señor, que no sé de quién me habla, puede notar en mi acento que soy extranjero traté de explicar.
No se me haga el sonso gachupín. Todos los maleantes de acá a Alburquerque conocen a Raúl Sorano. Y hubo un silencio; o quizá yo tardé demasiado tiempo en contestar.
De veras que lo siento, caballero pero no entiendo qué quiere de mí me dí media vuelta para recibir un beso de su Colt entre las nalgas. Perdí la conciencia rápidamente, no sé cuánto tiempo he podido estar sangrando hasta que ustedes me encontraron.
No se preocupe, compadre, ahora está a salvo. Quede tranquilo, yo encontraré a ese cobarde hijo de mil putas como me llamo Raúl Sorano

jueves, 3 de diciembre de 2009

una habitación desordenada

Estaba aquí. Aquí, sentado en este sillón de orejas sin orejas, recostado como eterno adolescente, hurgándome justo detrás de ese triangulito en el que acaba el esternón. El alma, si existe el alma, juega a huir de este alcatraz mientras yo juego a ayudarla. Mas no es un juego. Estoy inquieto, me están corriendo gusanos gritándome por las piernas y el aliento me brota por las corvas y los poros de mi pecho.
Estaba aquí sentado observando que en los pies tengo una cesta rebosando ropa sucia y unos calcetines negros empapados; hay más ropa por el suelo, por ejemplo un pantalón verde que cierto amigo siempre quiere que le regale, unas botas de montaña embarradas y un bolso que me compré en Candem. Hay también una orgía de toallas en los reposabrazos de las dos sillas prácticamente inútiles que ocupan espacios deliberadamente inútiles. Una colección de desodorantes que me llevé de birbam por equivocación junto a una copa con un dedo de vino francés en el fondo. Hay una cesta con chinchetas que son imposibles de clavar en la pared. Una foto de Einstein y otra de la mano de dios. Tengo libros en inglés que no comprendo y otros en castellano que ya he leído, diccionarios, cuadernos para aprender the bloody language, periódicos en alemán, y un mapa de carreteras que no es de aquella gasolinera ibérica.
Hay, colgada en la pared, una foto de dos niños africanos viajando en un contenedor de basura con ruedines, una bandera republicana, y un gorro de bobi de esos de mi madre estuvo en London y como me quiere mucho y le sobraba sitio en la maleta me ha traido este horrible tricornio sin cuernos. Tengo también otros adornos que no soy capaz de describir, una campana de madera, un elefante de porcelana, una luna triste, y una bandera wiphala.
Sobre la mesa el Romancero descansa junto a una botella a medio terminar del mismo vino francés que manchaba la copa y un plato vacío que aún está caliente. Un bote de polvos de talco que dice Instituto Español pues es cosa seria que no te huelan los tachines en el extranjero. Monedas, muchas monedas de libras y de euros, peniques cobrizos escondiéndose bajo recortes de periódicos y hojas en sucio, billetes arrugados, cuadernos inconclusos, apuntes imperfectos, la funda de las gafas y biromes sin tinta. Hay cepillos de dientes, y un gorro del Perú que me trajeron mis tíos, la manta que le robé a cierta aerolinea británica; guardo y uso unos guantes de lana que una amiga me trajo de Bolivia, y una foto del Cerro de los siete colores que me recuerda a un amor que se esfumó en el océano. Tengo, además, una foto que me hizo llegar mi abuela, una foto en la que salgo siendo un niño, un bebé sonriente que no le teme a la vida, una foto con mi abuelo agarrándome por la panza y mirándome embobado, si me viera ahora...
Si viera ahora esta habitación desordenada, llena de cables y adaptadores por el suelo, si quisiera verse en el imperfecto espejo inútil para Alicia, en la oscuridad de los soleados días de la Inglaterra... no podría, simplemente no podría.