sábado, 23 de enero de 2010

11.

De llorarte, Gordita, las cuencas de mis ojos se volvieron desiertos.

domingo, 17 de enero de 2010

Perico Abad, Afano, Robin de birbam.

Mi primer contacto con los amigos de lo ajeno fue temprano y, por lo tanto, traumático. Mi hermano estaba disfrazado de pollito amarillo y mi padre entró en la casa agarrado al tubo de la aspiradora que guardábamos en el desván, los vecinos salieron al descansillo al oirnos en la puerta Ya se han ido dijeron con aquel gracioso acento holandés; mi jovencísima madre estaba asustada pero aparentaba calma, se lo debía a sus hijos, y entró en la casa, con mi hermano de la mano preguntándose si se habrían llevado o no sus playmobil, Boabdil, quédate aquí hijo dijo mi madre y aguanta la puerta del ascensor. Y yo cumplía órdenes aterrado, con la luz del vestíbulo apagada y malsoñando con los ruidos de la escalera Vuelven, están volviendo y me llevarán con ellos. Entonces descubrí que tenía miedo a la obscuridad, pero esa es otra historia.

La segunda vez que supe del arte de sisar ya vivía en birbam e iba al colegio de las adorables monjitas. Mi amigo Perico Abad, Afano, era un especialista en limpiarte el bocadillo a la hora del recreo. Como buen vago, era más listo que el hambre y pronto se dió cuenta de su habilidad, empezó a ganarse su buena fama en las pequeñas papelerías del barrio y en los establecimientos de 24 horas de la capital, cada semana se surtía de nuevos estuches que malvendía en el recreo a los mayores, y merendaba gratis siempre que no estaba en el barrio. No tardó en ascender de división e ir a rapiñar, como él decía, a los grandes almacenes. Afano no era el Vaquilla ni pretendía serlo, se trataba de un juego, un peligroso y adictivo juego. Pero ninguno nos dimos cuenta de ello.
Un jueves por la tarde, durante una clase de pretecnología, se me acercó y llamándome por mi verdadero nombre me dijo ¿Qué quieres que te traiga? ¿Qué necesitas? Y yo, con los ojos desorbitados, un incrédulo ¿Cómo? Le espeté ¡Venga! No te hagas el tonto, todos estos cobardes están siempre pidiéndome que les traiga cosas, tú sabes, como todos, de dónde salen esas cosas ¿qué necesitas? ¿una caja nueva de rotuladores, ceras, un tipes? Yo no supe qué decir y, para ser sincero, no recuerdo qué se me pasó por la cabeza. Justo cuando abría la boca me interrumpió No te lo voy a vender, es un regalo, me caes bien. Y me quedé con el buzón abierto, tenía delante de mí a uno de mis héroes, aquí estaba el nuevo Robin Hood. Lo que quieras, cu, cu, cualquier cosa me vendrá bien, aun, aun, aunque no ne, no ne, no necesito nada en realidad. A la mañana siguiente encontré un estuche a estrenar en mi cajonera. El viernes siguiente encontré un paquete de lápices de colores que no tenía el estuche, pues era un estuche profesional, de niños mayores, cargadito de rotuladores para hacer dibujo técnico y que, evidentemente, desperdicié; y así cada viernes durante dos meses fui recibiendo un regalo y renovando todo mi material escolar.
Afano desapareció dos años más tarde. Un día llegó exultante a clase ¡Me voy! gritó dejo el cole. Y como palomas peleando por migajas de pan nos acercamos a él. Voy a trabajar con mi padre, en el bar, el cole no sirve pa ná.
He estado sin saber nada de él durante años, supuse que pronto desaparecería del barrio, se cansaría de trabajar para el padre, de servir cañas a borrachos, de levantarse pronto para preparar cafeses, de barrer el suelo y tantas otras cosas que de niño decía que él jamás haría. Reconozco que nunca me preocupé por él, que nunca me interesé por dónde podría estar o a qué se dedicaría, probablemente porque algo en mi interior me decía que no andaría haciendo nada bueno.
Hace un mes salió su foto en el telediario. Al parecer se ha escapado de una cárcel de máxima seguridad en el norte, donde había ingresado por múltiples delitos entre los que se encuentra el asesinato de... (me van a perdonar pero es casi mejor no contarlo, hay cosas que, definitivamente, es mejor no saber, por crueles y porque nunca se sabe cuál es la edad de los oídos que escuchan y los ojos que leen), también hablaron de robos con intimidación y un interminable número de pequeños hurtos. Llevaban años tras él cuando le pillaron. Se cree que ha huido a Francia, pero nada se sabe con certeza. Ayer fui al bar de su padre, el viejo aún estaba allí sirviendo vinos, triste, consumido, con el mentón golpeando el piso y esquivando huesos de aceituna. Sólo quería ver cómo era el ambiente, tomar una birra y largarme, pero justo en el momento en que me encaminé hacia la puerta entró un viejo profesor del colegio que me reconoció de inmediato. Tuve que aceptar su invitación y me tomé una cerveza más con él, tras la cual él tuvo que aceptar la mía, así funcionan las cosas entre bebedores.
En nuestra charla era inevitable que surgiese el tema Afano. Vosotros le reíais la gracia me eructó la primera en la frente, no... no me mires así, no os culpo, cómo ibais a saber vosotros que las cosas iban a acabar mal... erais unos niños, no os podíais imaginar nada. El chico empezó a tener verdaderos problemas cuando abandonó la escuela ¿sabes? No aguantaba la disciplina, no aguantaba a su padre, estaba obligado a trabajar aquí y en ocasiones se arrepentía de haberlo dejado todo ¿sabes? Yo lo sé porque llevo viniendo por aquí muchos años ¿sabes? Desde que se marchó del cole ¿me entiendes, no? Era un muchacho muy listo, y yo estaba preocupado por lo que le pudiese pasar... El caso es que una mañana el padre no lo encontró en su habitación, estaba claro que el crío no había dormido allí ¡Imagínate el enfado que agarró el señor Abad! ¿Te lo imaginas? Asentí Pues no tiene nada que ver con el que se pilló cuando descubrió que el niñito de los huevos había reventado la caja registradora y había huido con el dinero. Nunca más se supo de él directamente, de vez en cuando se dejaban caer por aquí unos polis para ver si había noticias pero... hasta hace un mes... hasta hace un mes no se supo nada. Ni siquiera avisaron a la familia cuando lo llevaron preso.
Donde estés, Afano, Robin de birbam ¡No te dejes coger!

10.

Es invierno y tengo una cuerda que destensar, no ata en largo.

viernes, 15 de enero de 2010

9.

Le sientan bien las barbas al caníbal,
alguien se las pondrá a remojar.

jueves, 14 de enero de 2010

Charlotte.


Tiene nombre de ciudad de los estates y un padre que cantaba susurrando canciones prohibidas en paises en blancoinegro. La veo a menudo caer de los árboles de origámicos jardines y volver a levantarse, y volar, está siempre volando de tejado en tejado, de palabra en palabra, de ladrillo en ladrillo, de nota a nota.
Tiene el silencio escondido bajo la almohada y un camisón blanco que es su bandera. Despedaza naranjas con los dientes sin mondarlas previamente. Hace malabares con múltiples bastoncillos para los oídos y si caen al suelo se levantan, como ella cuando cae, y si se levantan vuelven a caer, pero no le importa.
Tiene los ojos del color del barro, arcilla brillante que ilumina más que el sol; una nariz alargada que le cubre la boca y le besa el mentón, una piel rosada de gorrinillo con vetas del alba. Una boca de nácar que es el centro del universo en que quisiera perderme eternamente, aunque ya lo esté sin saberlo. Y esa sonrisa a medias tan familiar, como si le doliese y disfrutase a un tiempo, ocultando con el labio inferior los dientes que en realidad ansía mostrar.
Tiene fuerza y confianza, y lleva el alma atada a su sombra con una correa de diamantes y flores silvestres. Es Ofelia, Ginebra, Dulcinea, Laura, Lolita, Beatriz, Afrodita A. Es Charlotte, simplemente Charlotte, únicamente Charlotte, con la naturalidad que tienen los ángeles que pierden las alas cualquier mañana, y le da igual.
Le da igual que le esté dedicando unas palabras, que la odie por ser como es: inalcanzable. No le importa que las haya más guapas y más tontas, más falsas, más plásticas, no hay otra como Charlotte, esa rara belleza.


miércoles, 13 de enero de 2010

Una larga espera

Recuerde lo que le digo siguió susurrando es un nombre prohibido y la puerta se abrió violentamente golpeando la pared sin que se atisbara a nadie allá afuera El viento está bien bravo hoy dijo el más chaparrito de los dos mientras se ponía en pie y se acercaba al viejo portón. Un aire ligero entraba por el hueco de la puerta como notas de un piano perdidas en la oscuridad de una casa abandonada, un débil aliento que bajaba de las térreas colinas, un soplo tan inútil para abrir la cancela como el golpeo infantil de una mano de goma ¡Virgen de Guadalupe! Gritó el chaparro dando un salto sobre sus pasos y cayendo con el culo en el piso arcilloso al ver a alguien culebreando en la tierra.
Le tumbaron a mi lado, era uno de los esbirros de Sorano, un hombre de mediana estatura, ya mayor, de pelo cano donde lo había, parecía de otras tierras más al norte, tenía unos escandinavos ojos azules y la piel curtida por el sol como un timbal, traía las ropas deshilachadas, venía con los pies desnudos dejando una tímida huella de sangre, si los hombres de Sauquillo fuesen atentos no les costará mucho encontrar este refugio pensé; tenía una fiebre muy alta, estaba muy sucio, como si hubiese vagado por el desierto durante años. Fue un baño de sangre, mis cuates, fue un baño de sangre repetía mientras los dos hombres le daban friegas. De vez en cuando gritaba y pataleaba como preso por un conjuro y los chamacos trataban de contenerle, otras veces dormía plácidamente como un bebito con el dedo gordo en la boca, y las menos hablaba con los ojos en blanco No alcanzamos Santa Catalina... nos tendieron una trampa... esos bandidos nos esperaban... no alcanzamos siquiera la tierra verde... nos patiaron por la espalda... no llegamos a Santa Catalina... fue una trampa de esos cobardes... yo no vi al niño, lo juro... por los hijos de mis hembras... lo juro... no alcanzamos aquél pueblo... lo juro, lo juro, no le ví... no estaba en ningún lugar... aparecieron como fantasmas para patiarnos el trasero... esos bandidos... gallinas... se levantó una gran polvareda... esos culorotos... no llegamos a pisar la tierra verde... nos patiaron... nos cegaron... acoquinados... no se podía ver nada, lo juro... lo juro... no alcanzamos Santa Catalina... aparecieron tras el cerro... malnacidos... lo juro... aparecieron de la nada... no ví al niño... lo juro... no alcanzamos Santa Catalina... alguien les debió de avisar... lo juro, no ví al niño... nos estaban esperando...
Fueron muchas horas aguardando en la obscuridad entre delirios propios y extraños, muchas horas observando a los chamacos haciendo guardia en la ventana, muchas horas sintiendo al viento mecer las cadenas que servían para atar a los caballos, y aún sabiendo esto, en mi mente se figuraba la muerte con su ejército viniendo a buscarme, a buscarnos. Al fin y al cabo eso es lo que estábamos esperando todos. Sauquillo había ganado esta batalla y esta guerra y querría terminar su trabajo.

lunes, 11 de enero de 2010

100110 o el décimo día del año.

Amaneció amenazando con nevar.
Cuenta la leyenda que hace treinta años, hace exactamente treinta años, también nevó, lo cual no es extraño si tenemos en cuenta que era, como hoy, pleno invierno; sin embargo a mí me costó alrededor de nueve o diez años ver caer esos copos misteriosos sobre los coches y los árboles desnudos de birbam. He dicho que también nevaba porque sé, aunque no estuviese allí, que ayer el cielo estaba blanco y que terminó nevando en birbam, como hace treinta años. Pero nada tienen que ver esas nieves conmigo.

Desperté ayer con el roce de un leve rayo de sol perdido del resto de sus hermanos, era probablemente el único rayo de sol que me tocaría en todo el día, un rayo huidizo que se las apañó para colarse entre nubes primero y después entre las cortinas de mi habitación, fue un regalo del sol y lo agradecí con un cuesco mañanero que paladeé solitario bajo mis sábanas, hubiese cambiado ese rayo por compartir aquel viento, pero... Corrí las cortinas y la wiphala, y observé el suelo helado en la calle. Es hora de ducharse pensé, y lo hice disfrutando del grifo de agua caliente cinco o diez minutos más de lo normal. Después bajé a desayunar.

Cuentan, o al menos contaban, entre risas burlescas un par de amigos que en unas vacaciones en una de esas ciudades de sol y playa del Mediterráneo español, después de freir unas patatas en una sartén a rebosar de aceite pregunté ¿y en este mismo aceite frío los filetes? La verdad es que yo no recuerdo que tal hecho ocurriese y en cualquier caso, conociéndoles, si pasó se exageró. Pero sirve para ilustrar que los fuegos no son el agua en el que mejor nado, más bien buceo a duras penas tratando de coger todo el oxígeno posible antes de zambullirme; no lo niego, nunca me gustó cocinar, prefiero tratar de sobrevivir si tengo que entrar a una cocina y en lugar de buscar en la nevera he de buscar en la despensa. Sin embargo, estando lejos de casa cada día que pasa me doy más cuenta de que hay que ponerse las pilas, hay que alimentarse, no vale sólo con llenar la panza. Así que ayer decidí hacer un potaje de judías blancas con bacalao y guindillas, una receta fácil, nutritiva, caliente, y que colaboraría en hacer eternas las flatulencias mañaneras de las que tanto disfruto. Y allí pasé la mañana entera, escuchando a los Celtas Cortos, echándole un ojo al partido del Estudiantes y hablando por teléfono con mis padres y con mi abuela. ¿Sabes qué? Descubrí que además de entretrenido puede ser divertido pasar así un fría mañana de domingo en la que fuera está amenazando con nevar. No voy a decir que el guiso aquél estaba exquisito, diré que se dejaba comer y para ser la primera vez que me meto seriamente entre fogones... no estuvo mal, simplemente no estuvo mal.

Pasé, pasamos, la tarde intentado ver una película que parecía imposible que fuesemos a terminar nunca, recibí varias llamadas desde birbam y alrededores. Fue anocheciendo (quizá fuese noche cerrada desde el principio) y cayó algún tímido copo de aguanieve. El día se fue terminando lento como un cirio, consumiéndose al calor de una falsa chimenea, el homenaje llegaba a su fin y se había bañado en patxarana, cerveza y bavarois ¡menos mal!

Y es que, ayer, no pasó nada más especial que tener la ocurrencia de cumplir treinta años y ser feliz.  No tuve una reflexión seria que alcanzar, ni lo pretendí. Y me dió igual.

Así que cumplas muchos más, Cosito. Muchas gracias.


viernes, 8 de enero de 2010

8.

Te comeré hasta los gusanos (soñando que en mi vientre se volvieran mariposas).