miércoles, 23 de septiembre de 2009

Una tarde cualquiera.

Son las cinco. Una hora más en la península y aunque el mar me rodea esto no es Canarias y ni siquiera se le parece. El caso es que son las cinco de la tarde y mi jornada, al fin, ha terminado. Me quito la chaqueta azul con la que trato de proteger mi ropa ya destrozada por el óxido y el aceite y me la pongo sobre el hombro derecho, agarrándola por el cuello con un dedo, probablemente el índice o el corazón. Con el pulgar o dedo gordo que se come el huevo por el que han trabajado los otros cuatro resulta probable pero poco posible, otros día sí que habré tomado mi chaqueta con ese dedo pero hoy... hoy no. El anular sólo lo utilizo para hurgarme la nariz, es manejable y da más gustito, y el meñique... ¡ah, el meñique! Tiene tanto que contar que siempre calla, se esconde en la palma y espera su momento atrofiándose lentamente, hace las cosas bien, despacio pero con esmero. Estaba diciendo que son las cinco, bueno, son ya las cinco y cinco y me dejo llevar por los primeros seis segundos de sol en el día sobre mi cara, me quedo quieto y hasta bendigo el constante txirimiri. Camino hasta mi casa disfrutando cada bocanada de aire como si fuese la última, andando con el garbo que no tengo, hasta muevo las caderas y bailo como si fuese el Tony de West side story. Llego a casa y arrojo la chaqueta a una silla al entrar en el salón, y me tumbo en el sofá a mirar el techo hasta que me decido por encender la televisión o el ordenador ¡o no haga nada, qué coño!

¡Mira! Parece que escampa, están bailando las nubes y puedo ver el cielo azul ¿era ese su color? También me entretengo esperando a que hagan ruido la pareja de ratones que viven en la cocina (bajo el motor de la nevera), o buscándole la sombra a los árboles, sintiendo que anochece, soñando que amanece y tengo una mujer creciéndome en el bancal.

Hace ya un par de semanas que no veo al conejo furtivo que indagaba en la basura como un gato y se pasa la tarde rícamente sin darme cuenta, y te estoy escribiendo pero... algo tendré que cenar.

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