martes, 17 de noviembre de 2009

Ayer hablé con Juanlu.

Ayer hablé con Juan Luis Rovira. Hacía mucho que no sabía de él y reconozco que su llamada me extrañó. Su voz sonaba distinta de lo normal, estaba claro que las cosas no andaban bien pero me callé, no quise decirle nada en un primer momento, que hable él pensé. Si me llamó, supuse, será porque algo me tendrá que contar. Hace ya casi cuatro meses que Juanlu se marchó de birbam con una mochila cargada de ropa e ilusión y un billete de ida al enemigo. No era la primera vez que se iba así que ni me dolió ni me pareció extraño, y esta vez no se iba tan lejos como la anterior.
Juanlu sonaba triste aunque se esforzase en no parecerlo. Reía constantemente y a destiempo, como un niño nervioso la mañana de Reyes. En su voz se percibía una pequeña carraspera involuntaria y el anhelo de querer hablar eternamente, empezar a hablar y no parar jamás, contarle a todo el mundo lo que estaba pasando por su mente y por su corazón. Y es que teníamos alrededor de veinte años cuando Juanlu dejó de hablar. Nunca supimos por qué, ya que él, un niño charlatán y embustero, un niño que engañaba a su propia sombra y se reía de los poderes establecidos, decidió escuchar por el oído sano que le quedaba y esperar. Hay muchas cosas que aprender de los demás, yo no tengo nada que aportar dijo una noche con el beso de Baco rondándole los labios. Poco más supimos de él, apenas le sacábamos unas palabras en grupo, no le gustaba, ni le gusta, hablarle a más de dos personas al mismo tiempo, se avergüenza y esconde la cabeza como una tortuga si alguien le pregunta ¿cómo estás? con sinceridad. Has de estar muy atento para oír un tímido bien y en ocasiones, todo hay que decirlo Juanlu, no merece la pena prestarte atención.
Pero Juanlu me llamó ayer y estaba triste ¿Sabes qué es sentirse inútil? No ser inútil, sentirlo. Hombre Juanlu supongo que todos nos sentimos inútiles alguna vez ¿Tú también? Sí, claro... supongo, pero todo pasa, no hay que darle importancia, a veces estás haciendo cosas que no fructifican, que no tienen aparente sentido, y con el tiempo ves el mucho bien que te hizo tal cosa o tal otra, por ejemplo yo... yo siempre pensé que estudiar latín era inútil ¡una lengua muerta! ¿qué sentido podría tener? Sí, sé lo que dices, pero... y calló ¿Qué ocurre, Juanlu? Le pregunté. No sé si quiero volver a birbam hoy mismo, no estoy cómodo, no me gusta lo que hago, no aprendo esta dichosa lengua... estoy porque tengo que estar pero... y calló. Siempre que parece que va a llegar a alguna conclusión calla, esa es la herencia que le queda de tantos años de silencio voluntario. Y la conversación continuó convirtiéndose, como siempre, en un monólogo.
Creo que está derrotado, que se ha dejado vencer y que no quiere tratar de levantarse por mucho que aún le queden fuerzas, creo que tiene miedo de ponerse en pie y plantarle cara a la vida, está deseando que suene la campana y perder la pelea, sólo se aferra a las cuerdas para tratar de alcanzar la toalla. Creo que está nadando en un esputo y se quiere ahogar. Pobre Juanlu Rovira.

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