sábado, 22 de agosto de 2009

trenes.

Trenes, trenes, trenes, tres eternos trenes. Si por mí fuera estaría la vida entera viajando en tren. Corriendo descabezado por grises andenes en días de lluvia. Corriendo dentro de los trenes, huyendo de los revisores, adversidades efímeras que piden treinta céntimos para pagar el viaje.
Trenes de España, de Polonia, trenes ingleses, siempre trenes ingleses.
Viajando en tren en ocasiones se me ocurrieron versos que se fueron al llegar a mi destino. Viajando en tren ví fantasmas que me pedían trabajo y desaparecían del vagón sin ruido de puertas cerradas, sin huellas en la tierra, sin tierra en los zapatos, con zapatos sin suelas.
Un día en un andén de algún pueblito del noreste polaco ví llorar amargamente a un viejo desconsolado apoyado sobre sus rodillas. Llovía y era un día triste, pero yo aún no sabía por qué. Días antes viajaba en un viejo tren con compartimentos y le enseñaba a bailar el chotis a una estudiante polaca de español con un larguísimo pelo apuntándome desde su barbilla. Fue un viaje divertido y, sobretodo, etílico. Pero ahora estoy en ese viejo andén del noreste polaco y el anciano llora amargamente, y aunque lo lamento debo subir al viejo caballo de yerro soviético que silba al entrar en la estación. Y me duermo en el tren, y me despierto cuando alguien grita que han atentado en Madrid, en un tren. Horrible pesadilla de yerro y fuego.
Trenes, trenes, trenes, tres inolvidables trenes. La puerta del Reino Unido se me abrió en Gatwick, tenía que buscar el tren que llevara a Southampton. Pese a mi horrible inglés me fue fácil. Mi padre comenta que cuando él estuvo en estas tierras le trataron como si fuera un ciudadano de segunda, entonces ser español era eso, se lo debían a cierto señor bajito y con un bigote cargado de mala leche. Yo no puedo decir lo mismo, y aunque no entiendo nada estoy en este gusano de metal y percibo e el silencio la soledad y el miedo a lo desconocido, y ¿sabes qué? Esta vez, como muchas otras veces, no quería llegar a mi destino, pero llegué. Y me alegro.

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