martes, 19 de marzo de 2013

Welcome to Blabla City

Anoche, como todas las noches, soñé con mundos de mierda,
muertes injustas y plagas antediluvianas,
apenas importa, pues también soñé
con paraísos patrocinados por refrescantes bebidas,
y en el telón de azúcar un terrón de acero
y al fondo una postal de una palmera
y un Welcome to Blabla City arañado en la arena,
a los pies de la barbacana de un castillo.
Un niño, un muchacho algo torpe, había robado mi cara
y pisoteaba y pateaba la atalaya arrancándose del pecho
los sueños con napalm y aceite de colza.
El oso del escudo lanzaba besos
y el cerro de los colores se volvió negro.
Mamá, mamá grito al pasillo
sin apenas abrir la puerta, pues me da miedo,
mamá, mamá insisto y no hay respuesta,
así que repto sobre mi barriga helada
hasta el fin de la noche, la mañana.
Pero de nada sirve andar si no hay camino,
ni éxodo que mi nariz ladina no huela,
de nada sirve despertar en el fango
de esta plasta vacuna y pestilente
a la que según parece los dueños del mundo apenas hacen caso
o peor aún: se han acostumbrado
como el tullido a cagarse en las muelas de los otros,
como el fantasma a esconderse de los ojos del adulto,
como el que llega a este jodido verso esperando que al fin
en el siguiente,
no, no, en el siguiente
el autor diga algo interesante o al menos bello,
una imagen que explique porque (mal)gastó su tiempo
sentado en este trono por el que huyen los desperdicios
tres, quizá cinco, minutos mas de lo que se merece.
 Aunque onírico un mojón lleva su tiempo.


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